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Actualizado: 30 de junio de 2025
Habitaban un hotelito propio en las inmediaciones de los Campos Elíseos, y poseían dos estancias en la provincia de Buenos Aires, a más de la gran casa de comercio en la capital, que dirigía un antiguo dependiente convertido en socio.
De vez en cuando, en la muralla de palabras incomprensibles se abría un desgarrón, una gran ventana, por la que contemplaba la muchacha un cielo nuevo, otro sol, un mundo sobrenatural que sólo habitaban los seres como Isidro.
Los melodiosos ecos llenaban el alma del dolor más profundo y hacían verter lágrimas; parecían elevarse a las regiones celestes y dirigirse a seres invisibles que habitaban las mansiones eternas.
Perdona que te lo diga: a veces iban a casa de tu tía y a la de mis primas. Había olvidado casi que habitaban en París y continúo huyendo de ellos, lanzándome al bullicio en pos de lo imprevisto, del lujo con la idea de que esos dos pequeños espectros burgueses, parsimoniosos, tímidos, rutinarios, no me seguirán por ese camino.
La costa venezolana fué descubierta por Colón en 1498 durante su tercer viaje, y fué explorada sucesivamente por Alonso de Ojeda, Alonso Neno, Américo de Vespucci y varios otros. Habitaban la región en aquel entonces unas ciento cincuenta tribus de indios, los que hablaban once lenguas distintas y ciento cincuenta dialectos. Entre ellos los más belicosos eran los caribes y los teques.
Las ciudades de Nápoles y Milán, en donde habitaban muchos españoles, ofrecían ricas ganancias á las compañías de cómicos de esta nación; pero estas compañías no se encerraban sólo en las ciudades mencionadas, sino que recorrían todo el país.
Creía oír aún los gemidos del mozuelo pataleando en la cubierta: «¡Yo no quiero morir! ¡Yo quiero ir a Buenos Aires!...». El vagabundo de los puertos tenía la misma ilusión que él y casi todos los que habitaban las cubiertas superiores. Dormitando entre los fardos y barricas de un muelle, había visto también a la diosa alada y sin cabeza; había sentido la caricia de la esperanza.
La madre no había ido nunca más allá de la cercana aldea, y así no podía desechar cierto temor al considerar que su marido emprendía tan largo viaje; pero al mismo tiempo sentía orgullosa satisfacción de que fuese él, por todos aquellos contornos, el primer hombre que iba a la rica ciudad, donde el rey y los magnates habitaban, y donde había que ver tantos primores y maravillas.
Todas habían de entenderse con la casera, o sea, la mujer que el dueño de la finca tenía para el cobro del alquiler, que se hacía por semanas, y para el cuidado y vigilancia. Los que allí habitaban eran braceros. De las mujeres, solo algunas como ella salían a ganar un jornal, dejando a sus hijos confiados a la miga, que así se llamaba a la maestra de niños de corta edad.
Fué este valle de Tempe tan estimado de los antiguos, así por la suavidad, y templanza del ayre, como por la Religion, y deidades que creyeron que habitaban entre aquellas selvas, y bosques, y en el rio, que le tenian por un paraíso, y propia habitacion de sus Dioses.
Palabra del Dia
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