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Actualizado: 20 de junio de 2025
Este, convencido de la fidelidad que le guarda su esposa, no da crédito á tales rumores; pero como son muchos y unánimes los que lo afirman, concibe al fin sospechas, y se oculta una noche cerca del balcón.
25 La guarda de los hijos de Gersón, en el tabernáculo del testimonio, será el tabernáculo, y la tienda, y su cubierta, y el pabellón de la puerta del tabernáculo del testimonio, 29 Las familias de los hijos de Coat acamparán al lado del tabernáculo, al mediodía; 30 y el príncipe de la casa del padre de las familias de Coat, Elizafán hijo de Uziel.
Del tormento que estas ideas daban a su alma se defendía Barbarita con su ardiente fe religiosa. Mientras oraba, una voz interior, susurro dulcísimo como chismes traídos por el Ángel de la Guarda, le decía que su hijo no moriría antes que ella.
La brisa de la noche entre sus hojas Hace brotar suspiros de dolor, Cual de tus labios ecos misteriosos El delirante beso del amor. La selva umbría que lo guarda en torno Impide ver sus ondas de cristal, Cual del pudor el velo misterioso Sombrea tu semblante sin igual.
Y se vio a sí mismo subiendo esta misma rampa, cuando sólo contaba veinticuatro años, en una tarde de otoño muy semejante a ésa. Iba entonces, pobre de dinero y rico de esperanzas, a tomar posesión de su puesto de guarda general de los bosques de Val-Clavin.
Francia es un país desinteresado. Se pasa la vida haciendo conquistas, pero no guarda nada para sí. Entendámonos, señor conde. Francia nunca ha tenido egoísmo. Ha hecho más por la civilización que ningún otro país de Europa, y nunca ha pedido recompensa.
Dios guarde á V. E. muchos años. Sala Capitular de Buenos Aires, 21 de Mayo de 1810. Juan José Lezica Martin Gregorio Yaniz Manuel José de Ocampo Juan de Llano Manuel Mancilla Jaime Nadal y Guarda Andres Dominguez Tomas Manuel de Anchorena Santiago Gutierrez Dr. Julian de Leiva. Exmo. Sr. Virey, D. Baltazar Hidalgo de Cisneros." EXCELENTÍSIMO SE
La boca, roja como herida reciente, y el azul límpido de los ojos, inspiraban ideas distintas, siendo la severidad de su mirada, guarda puesta en defensa de la dulzura de los labios.
Y pasará un dia y otro dia, y acaso la madre le guarda la silla en que solia sentarse, y no quiere que nadie ocupe el lugar de la mesa que él ocupaba. Y pasa un mes, y pasa un año; la madre esperará á su hijo, y el hijo no entrará por la puerta de la casa de sus padres, ni se sentará en la silla en que antes se sentaba, ni ocupará el lugar de la mesa que ocupó desde niño.
Si ántes era una rosa por linda y fresca, es ya la triste niña blanca azucena, que sufre y llora, y lágrimas y penas la descoloran. Y aunque el viejo la guarda como un tesoro, de las miradas torpes de avaros ojos, y celosías no dejan ver su encanto que el sol codicía;
Palabra del Dia
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