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Nada, nada se sobrepone a esa sensación poderosa a que el cuerpo cede en la dulce quietud de la tarde y que el espíritu sigue anhelante, porque le abre las regiones indefinibles de la fantasía, donde la personalidad se agiganta en el sueño de todas las grandezas y en la concepción de destinos maravillosos superiores a toda realidad.

Enardecíase doña Zobeida al relatar los esplendores pasados, y Conchita aprobaba moviendo la cabeza, como si diese fe. Habituada a oír todas las noches en su camarote estas grandezas creía haberlas contemplado con sus ojos.

Ya vencía la convicción, y echaba bravatas de pueril orgullo; ya, por el contrario, triunfaba la sospecha, proclamando con gemidos de amargura la derrota de sus vanas grandezas.

Aquel hombre singular, que sólo vivía por Dorotea, que por Dorotea era capaz de todos los crímenes y de todas las grandezas; de matar y de morir, lloró cuando estuvo fuera de la casa, atravesando entre la obscuridad de la noche las estrechas calles de la villa hacia Puerta de Moros. Cuando llegó vió paseándose delante de la cruz á un hombre. Se acercó á él y le dijo: ¿Esperáis á una persona? .

El beneficiado admiraba al Magistral, creía en su porvenir, se le figuraba obispo, cardenal, favorito en la corte, influyente en los ministerios, en los salones, mimado por damas y magnates. La envidia del beneficiado soñaba para don Fermín más grandezas que el mismo Magistral veía en sus esperanzas. La mirada de este fue en seguida, rápida y rastrera, al confesonario de que salía el envidioso.

En Las grandezas de Alejandro encontramos otro drama ostentoso, abundante en combates y magníficas fiestas, cuyas figuras, por lo huecas é hinchadas, dan á conocer que esta vez ha abandonado al autor su buena estrella.

-Este que viene es El Pastor de Fílida. -No es ése pastor -dijo el cura-, sino muy discreto cortesano; guárdese como joya preciosa. -Este grande que aquí viene se intitula -dijo el barbero- Tesoro de varias poesías. -Como ellas no fueran tantas -dijo el cura-, fueran más estimadas; menester es que este libro se escarde y limpie de algunas bajezas que entre sus grandezas tiene.

Andaba por las calles con la boca abierta y no me cansaba de mirar para aquellos palacios tan magníficos y para aquellos señorotes que pasaban en coche con mucho ceño... Esto no es para nosotros, querido, le decía al chico... Vámonos, vámonos cada uno á nuestro rincón... Yo soy un pobre cura... un pobre estudiante... ¿Qué tenemos nosotros que partir con estas grandezas?...

Usted que ha leído, sabe perfectamente que muchos clérigos que han escrito acerca de las costumbres y carácter de la mujer de su tiempo, han recargado las sombras, han llenado sus cuadros de negro... porque hablaban de la mujer del confesonario, la que cuenta sus extravíos y prefiere exagerarlos a ocultarlos, la que calla, como es allí natural, sus virtudes, sus grandezas.

Es cierto repuso el señor Baraton, haciendo una mueca; se han dado casos... Pero comprenderán ustedes que ni la señora Bonnivet ni su sobrina pensaban entonces en tales grandezas. Es preciso avanzar en todo de una manera progresiva, y paso a paso. ¿Y Judit? pregunté yo, porque veía transcurrir el entreacto. De ella me ocupo.