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Actualizado: 7 de junio de 2025


La puerta cochera da entrada a un patio de honor cuidadosamente enarenado y tapizado de parras centenarias. El pabellón del portero está a la izquierda, envuelto entre el follaje espeso de la hiedra, donde los gorriones y los huéspedes de la garita parlotean al unísono.

Evidentemente, el silencio no es de su gusto; pero está demasiado bien educada para romperlo. Sin embargo, se divierte sola en hacer a escondidas bolitas de pan para lanzarlas en medio de una banda de gorriones glotones que picotean alrededor del emparrado. Hay uno, sobre todo, un sucio granujilla, que con su destreza y rapidez vence a todos los demás.

Las habitaciones obscuras se llenan de luz blanca, y por primera vez oímos a los gorriones, agazapados bajo los rastrojos, con las plumas erizadas, que gritan afuera: «Esta mañana no hay comida, no hay comidaHullin se calzó sus recios zapatos herrados de doble suela, y sobre la chaqueta púsose un amplio jubón de paño buriel.

«Ya tengo el don de lágrimas, leyó el Magistral en voz alta como diciéndoselo a jilgueros y gorriones, petirrojos y demás vecinos de la enramada, ya lloro, amigo mío por algo más que mis penas; lloro de amor, llena el alma de la presencia del Señor a quien usted y la santa querida me enseñaron a conocer. En fin, de esto ya le hablé.

En el tejado de la ermita revoloteaba una nube de gorriones; en la falda de la montaña pastaba un rebaño de ovejas de rojizos vellones, las cuales, al encontrar entre los peñascos alguna brizna de hierba, se llamaban con melancólico balido.

¡Parece mentira, señores, parece mentira que un acontecimiento tan insignificante nos ponga en desbandada y huyamos como gorriones porque se agita el espantajo! ¿Es la primera vez acaso que los jóvenes entran en la cárcel por la causa de la libertad? ¿Dónde están los muertos, dónde los afusilados? ¿Por qué apostatar ahora?

A lo lejos, tras las cortinas de los árboles que circuían el verdoso estanque, sonaba el canto de un corro de niñas confundiéndose con el juguetón parloteo de los traviesos gorriones: /* Yo me quería casar, yo me quería casar con un mocito barbero.... */ Juanito sentía deseos de llorar como cuando escuchaba las romanzas italianas de Amparo.

Ya lo creo; y tila, si está usted pálida como una muerta. ¿Pero por qué andaba usted a obscuras, señora? ¡Qué susto! ¡pero qué susto!... ¿Qué demonches de diablura será eso? Pues para cazar gorriones no es.... Y lo hemos roto... mire usted... pero no hubo remedio.

¡Oh, qué dulce nombre! , éramos novios y guardamos silencio, mientras que el cura lloraba de alegría. Aturdían con sus cantos los gorriones y se escapaban las babosas de la prisión en que las había puesto el cura.

Palabra del Dia

rigoleto

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