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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Después, bien embozado en la pañosa, se iba a San Ginés, a donde llegaba algunas veces antes de que el sacristán abriera la puerta. Echaba un párrafo con las beatas que le habían cogido la delantera, alguna de las cuales llevaba su chocolatera y cocinilla, y hacía su desayuno en el mismo pórtico de la iglesia.

Eso pienso hacer... y mañana... Oye una cosa: ¿no te ha dicho Jacinta que mañana pienso volver a San Ginés? No, no me lo ha dicho. ¿No te ha dicho que ella iría a verme tan devoto? No... no hemos hablado una palabra de ti. ¿Ni dijo que había subido conmigo y que...? No... nada. Moreno sintió que la horrible pulsación de su pecho era anegada por una onda glacial.

La de S. Ginés mártir, que supone el P. Roa se hallaba situada donde está ahora el hospital llamado de la lámpara, y que S. Eulogio pone en el arrabal de Tercios, del cual hoy nadie razon. En esta iglesia estuvo sepultada la célebre Sta.

Godofredo, por su temperamento suave y dócil, se acomodaba admirablemente a estas tendencias. Todas las tardes, sin dejar una, venía D. Jeremías a buscar a Godofredo para salir de paseo, y todas las mañanas, sin dejar una tampoco, iba Godofredo a oír la misa que D. Jeremías decía en San Ginés.

Para librar su cabeza de las corrientes frías de la iglesia, llevaba en el bolsillo un gorro negro, y se lo calaba al entrar. Era gran madrugador, y por la mañanita con la fresca se iba a Santa Cruz, luego a Santo Tomás y por fin a San Ginés.

De aquí la novela caballeresca, la ficción graciosa de Ginés Pérez de Hita.

Después hubo gran tertulia en el salón; pero poco después de las doce se habían retirado todos. Durmió Jacinta sin sosiego, y a la mañana siguiente, cuando su marido no había despertado aún, salió para ir a misa. Oyola en San Ginés, y después fue a casa de Benigna, donde encontró escenas de desolación.

Entraron en San Ginés, y Guillermina se fue derecha a la capilla de la Soledad, a punto que empezaba la primera misa. Mientras esta duró, la ilustre dama, aunque no apartaba su atención del Oficio, pudo advertir que su sobrino estaba tras ella, cumpliendo con todo el ritual como cualquier devoto, arrodillándose y levantándose en las ocasiones convenientes.

-Bien parece -respondió el galeote- que va el hombre como Dios es servido, pero algún día sabrá alguno si me llamo Ginesillo de Parapilla o no. -Pues, ¿no te llaman ansí, embustero? -dijo la guarda. - llaman -respondió Ginés-, mas yo haré que no me lo llamen, o me las pelaría donde yo digo entre mis dientes.

Al cabo de no cuántos días, viniendo con la señora princesa Micomicona, conocí mi asno, y que venía sobre él en hábito de gitano aquel Ginés de Pasamonte, aquel embustero y grandísimo maleador que quitamos mi señor y yo de la cadena. -No está en eso el yerro -replicó Sansón-, sino en que, antes de haber parecido el jumento, dice el autor que iba a caballo Sancho en el mesmo rucio.

Palabra del Dia

hociquea

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