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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Especie de Evangelio popular, que conteniendo todos los principios del decálogo democrático, encierra en el ideal de todos los tiempos unido á las aspiraciones generosas de la época moderna, sus páginas han sido por mucho tiempo el encanto del jóven, el alimento del libre pensador y el consuelo del aflijido, á la vez que han impregnado con el perfume de una poesía austera el corazon de los hombres capaces de apasionarse por todo lo que es bello y bueno.

Amiga de reír y burlar, embroma a los hombres y les suelta mil pullas afiladas y punzantes, pero jamás se encarniza. ¿Qué otra cosa he de añadir? Una cordobesa es avara y otra pródiga, pero todas son generosas y caritativas. No lo digo fantaseando: he conocido lugareña cordobesa que tenía y leía estos y otros libros por el estilo. Otras leen novelas modernas de las peores. Otras no leen nada.

Los hombres del temple de don Diego no son los más difíciles de engañar, y el león se arroja con mayor aturdimiento sobre la trampa que el zorro. La sencillez, la rectitud y todas las cualidades generosas son otros tantos defectos para tratar con ciertas gentes. Un corazón honrado no desconfía de los cálculos y bellaquerías de que es incapaz, y cada cual se hace el mundo a su imagen.

En ese sentido, la América ha dado ya pasos definitivos en una vía inmejorable, abandonando tanto el viejo gusto por los prestigios personales, como por las utopías generosas pero efímeras de una organización política basada en teorías seductoras al espíritu, pero en completa oposición con las exigencias positivas de la naturaleza humana.

No queriendo abusar de tan generosas ofertas, acepté, con la mayor gratitud, solamente los dos últimos, así como las facilidades de trasporte por toda la república; y desde aquel instante, me consideré ya seguro de poder recorrer con fruto esta bella y rica parte del continente americano.

En este tiempo, nuestros caminantes, tragando leguas de aire, como si fueran camaleones de alquiler, habían pasado a Adamuz, del gran Marqués del Carpio, Haro y nobilísimo decendiente de los señores antiguos de Vizcaya, y padre ilustrísimo del mayor Mecenas que los antiguos ingenios y modernos han tenido, y caballero que igualó con sus generosas partes su modestia.

El «ceco», así llamado por su ojo defectuoso, aparentemente era un hombre de recursos, porque sus propinas a los mozos y mucamas eran siempre generosas, y cuando estaban allí hospedados, tanto él como su hija, ordenaban lo mejor que podía procurarse. Venían de Florencia, pensaba el padrone, pero de esto no estaba seguro.

Despertó, en fin, soñoliento y perezoso, y, volviendo el rostro a todas partes, dijo: -De la parte desta enramada, si no me engaño, sale un tufo y olor harto más de torreznos asados que de juncos y tomillos: bodas que por tales olores comienzan, para mi santiguada que deben de ser abundantes y generosas.

«Lo mismo que mis padres hicieron conmigo: me llenaron de cosas limpias... me pusieron dentro ideas sanas y generosas... ¡me pusieron lo único que tienen!... y me prepararon para un viaje de buenas intenciones... »¡Y qué diablos!

De propio, y con asiduo trabajo, se había ido creando una numerosa clientela de abogado, en cuya engañosa profesión, entre nosotros perniciosamente esparcida, le hicieron entrar, más que su voluntad, dada a más activas y generosas labores, los deseos de su padre, que en la defensa de casos limpios de comercio había acrecentado el haber que aportó al matrimonio su esposa.

Palabra del Dia

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