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A su alrededor gemían otros heridos, confundidos todos sobre el suelo, esperando que el señor Durand pudiese abandonar el martillo por el cuchillo. ¡Voto a tal! tengo sed continuó el maestro Zeli ; me siento débil; apenas si oigo hablar nuestros cañones; ¿es que están constipados?

Las maromas rechinaban, los palos gemían en los agujeros que los aprisionaban y las velas se doblaban bajo el soplo de la brisa, inclinando las embarcaciones harto más de lo que desearan las señoras. El agua al dejar paso se rompía, produciendo un garganteo flautado que sonaba en la proa, deslizándose después por ambos costados con rumor de sedería que se despliega.

La tempestad seguía rugiendo: Höel y Corentino gemían aterrados, y Dinorah, la pobre loca, desencajada, con el cabello flotante y el rostro iluminado por la luz de los relámpagos, desafiaba la furia de los elementos, dominando con su voz pura y vibrante los roncos estampidos del trueno y los estridentes alaridos del viento, que encubrieron también estas breves palabras deslizadas por Butrón al oído de Currita: Llegó la hora... ¡Concha está con nosotros!...

Y sucedió lo que era de temerse: el estruendo de esta explosión de dolores profundamente sentidos, se fue propagando por toda la casa, en la cual acabaron por llorar a gritos también hasta los que no habían pensado llorar de ninguna manera, y los lazos de la disciplina y de los humanos respetos, muy relajados ya durante la agonía del patriarca, acabaron de romperse con este descomunal y plañidero vocerío: invadieron la estancia mortuoria gentes que en tropel brotaban de todos los senos del caserón, y todas querían ver al muerto, y todas le veían al cabo, y todas lloraban y gemían después más reciamente por el espanto de haberle visto.

Era un chalet que parecía escapado de una caja de juguetes; un edificio construido por contrata, tan bonito como frágil, con sus tejados rojos y escalinatas con jarrones de yeso, situado en el centro de un jardincillo excavado en las rocas, con dos docenas de árboles tísicos que gemían melancólicamente, martirizadas sus raíces por la capa de dura piedra que encontraban a pocos palmos del suelo.