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Actualizado: 15 de junio de 2025
Cuando por fin salimos advirtiendo que no se percibía ya ruido alguno, ya no había ni músicos ni bailarines, nadie. Magdalena, sentada en el fondo del gran salón vacío hablaba animadamente con Julia, acurrucada como una gatita en una butaca. Lanzó una exclamación de sorpresa al vernos aparecer en aquel desierto a semejante hora, después de aquella interminable noche tan mal empleada.
Benedicta pasó días y semanas esperando la vuelta del humo o, lo que es lo mismo, la del ingrato que le dejaba más desnuda que cerrojo; hasta que, convencida de su desgracia, resolvió no volver al hogar de la tía, sino arrendar un entresuelo en la calle de la Alameda. En su nueva morada era por demás misteriosa la existencia de nuestra gatita.
Miren, miren a la gatita de Mari-Ramos, que hacía ascos a los ratones y engullía los gusanos! ¡Malhaya la niña de la media almendra!
Era un muchacho con faldas; siempre lo había dicho Luis; por esto la huía, teniéndola mucho miedo; porque a pesar de su dulzura de gatita cariñosa y sumisa, acababa siempre por imponer su voluntad. ¡Señor! ¡Y qué educación dan en esos colegios franceses! Mira, Luis... pocas palabras. Te quiero, y vengo decidida a todo. Eres mi marido y contigo debo vivir.
Mil gracias, D. Jaime, es favor. Yo pienso que cuando las bromas son inocentes, ni las de unos ni las de otros producen resultado alguno. Eso lo dice, pero no lo piensa. Ningún mozo del pueblo ni de los contornos ha conseguido amansar a mi sobrinita Rosa más que usted... Era una cabra montés, y usted la ha puesto blanda y amorosa como una gatita... ¡Qué tontería!
Sois en realidad una gatita muy bribona dijo Silas, cuya fisonomía respiraba la felicidad tranquila de la vejez, coronada por el amor ; pero vais a quedar en una gran deuda con Aarón. ¡Oh, no, absolutamente! dijo Eppie, riendo y loqueando ; eso le va a gustar mucho. Vamos, vamos, dejadme llevar vuestro libro de oraciones, pues lo vais a dejar caer, saltando de ese modo.
Soledad se hará mansa como una gatita mimosa y te querrá como á las niñas de sus ojos... El majo, que los recordó en aquel momento ¡tan negros, tan brillantes! sintió un estremecimiento de dicha y en un rapto de entusiasmo abrazó á la maga y quiso darle uno de los anillos que llevaba en los dedos; pero no aceptó el regalo; estaba contenta con descubrirle su buenaventura.
Habiendo tomado tan favorable giro la plática, el pretendiente instó y apremió a su pretendida para que de una vez lo aceptase como novio... Coca se hizo de rogar bastante... Discutió todavía... ¿Podía estar segura del amor de Vázquez?... ¡Eran tan inconstantes los hombres!... Y razonando así, entretuvo un buen rato al estanciero, como una gatita blanca que juega con un ovillo de seda roja...
Hoy van a bailar allá, en la aldea dice. ¿Querrías ir tú también, gatita? Ella se tuerce las manos gimiendo, para expresar mejor su deseo. «Pero, como no puedo, me quedo en casa» murmura él. ¡No he bailado nunca contigo, y querría bailar!... Tú bailas muy bien. ¿Cómo lo sabes?
¡Mira, o te estás quieto o te vas! dijo ella con energía . Siéntate ahí. Y le señaló la butaquita próxima al lecho. El banquero se dejó caer en ella, mirando a la joven con sus grandes ojos saltones, que expresaban temor. Eres una gatita cada día más arisca. Abusas de mi cariño, mejor dicho, de mi locura. Poseía, en efecto, uno de los temperamentos más lúbricos que pudiera encontrarse.
Palabra del Dia
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