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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Nada se oía, a no ser de vez en cuando un hálito, parecido a la respiración silbante que se escapa de una garganta medio sofocada. Entonces me encolericé al verme rechazada de todas partes. Sin duda seré bastante buena para preparar esta fúnebre comida dije soltando una carcajada.
Los dos callaron hundiendo sus ojos en aquella gasa impenetrable de vapores. La condesa buscaba el sol. Octavio buscaba una fórmula. La condesa principió á tararear piano la famosa frase il sol de l'ánima de Rigoletto. Octavio la escuchaba con arrobamiento: sintió húmedos sus ojos y apretada la garganta.
«¡Qué indecencia!» pensó, sintiendo el despecho atravesado en la garganta. Y sin saber que parodiaba a Glocester, añadió: «¡Se la quieren echar en los brazos! ¡Esa Marquesa es una Celestina de afición!». «¡Y venían cantando!».
Las manos corrían parejas con los pies, tanto que algunas veces las niñas se las pedían y acariciaban; llevaba una simple saya de listado, y un camisolín de muselina transparente, que le ceñía los hombros y le dejaba desnudos los hermosos brazos y la alta garganta.
Leonora había dejado caer su labor sobre el banco y miraba a lo alto, marcándose la suave curva de su garganta en tensión. Parecía sumida en un éxtasis, como si pasase ante sus ojos la visión del pasado. De pronto se incorporó con un estremecimiento. Creo que estoy enferma, Rafael. No sé qué tengo hoy.
Un viento de infinita pureza, que venía tal vez del otro lado del planeta, deslizándose miles de leguas por los desiertos salados sin tocar una sola corrupción, resbalaba en la garganta de Ferragut como un vino de gaseosa embriaguez. Su duro costillaje iba dilatándose á impulsos de este trago de vida, mientras sus ojos parpadeaban ante el azul luminoso del horizonte.
El corazón se les quería salir por la garganta. Bueno dijo al fin Mario poniéndose el sombrero. Quedamos en que tendrás el baúl preparado. Ya enviaré por él, y me mandarás al mismo tiempo la sombrerera. Por los útiles de modelar ya mandaré más adelante. Estas palabras provocaron en Carlota una explosión del sentimiento comprimido. Quedaron abrazados estrechamente y llorando en silencio largo rato.
4.º La barita obra tambien sobre la garganta, y la clínica ha sancionado este hecho.
Lo que temo al reñir no es la muerte, sino que de todos modos la pierdo para siempre... Si yo le mato, ¿qué gano? Nada, porque me espera la cárcel... Se lo juro á usted por la gloria de mi madre, lo mejor que podría sucederme es que usted me matase... La voz se le anudó en la garganta al pobre mancebo al proferir las últimas palabras. Velázquez quedó inmóvil y silencioso.
Ya los hoyuelos de sus mejillas cuando sonríe, ya la blancura sonrosada de la tez, ya la forma recta de la nariz, ya la pequeñez de la oreja, ya la suavidad de contornos y admirable modelado de la garganta.
Palabra del Dia
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