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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Mario tenía encendidos los pómulos y el resto de la cara bien pálido: la mano le temblaba al llevarse la cucharilla a la boca: la garganta se resistía a dar paso al café, que tragaba apresuradamente y sin gustarlo. Sus ojos se volvían frecuentemente hacia una de las próximas mesas donde una familia compuesta de padre, madre y dos niñas de veinte a veinticuatro abriles tomaban igualmente café.
Ese ruido que usted siente replicó el ciego deteniéndose y que parece... ¿cómo lo diré? ¿no es verdad que parece ruido de gárgaras, como el que hacemos cuando nos curamos la garganta? Exactamente. ¿Y dónde está ese buche de agua? ¿Es algún arroyo que pasa? No, señor. Aquí, a la izquierda, hay una loma. Detrás de ella se abre una gran boca, una sima, un abismo cuyo fin no se sabe.
La boca y la garganta ofrecen síntomas análogos; los dientes vacilan; las encías, tumefactas ó no, se esfolían y sangran, y están á veces escoriadas. Generalmente hay salivacion y abundancia de mucosidades, y el dolor de la garganta es quemante; no falta la sensacion de arañamiento, de escoriacion y de estorbo, como por hinchazon ó apretamiento.
No ataqueis nunca la claridad y perspicacia de su talento; de otro modo se formalizará el combate, la lucha será reñida, y aun teniéndole bajo vuestros pies y con la espada en la garganta, no recabaréis que se confiese vencido.
Y la voz sorda de Lucía expiró en su garganta. Zumbábanle los oídos y giraban en torno suyo verja, paredes, plátano y yucas. Hay así en la vida momentos supremos en que el sentimiento, oculto largas horas, se levanta rugiente, y avasallador, y se proclama dueño de un alma.
Pero el médico quedó con el brazo en alto al reconocer al hombre que le acometía. ¡Tú!... ¡tú!... gritó con una voz que parecía desgarrarle la garganta.
Aquí vereis el indio atravesado Por medio la garganta, y allí junto El otro todo el casco barrenado, Saliéndole los sesos luego al punto. Por medio de los pechos traspasado Estaba Tabobá, y casi difunto, Y tanto de la lanza se aferraba, Que ya perderla Leiva imaginaba.
Don Mariano sintió que un torrente de palabras irritadas y coléricas se le agolpaban a la garganta, pero no pudo darle salida. Lo único que hizo fue echarle el impermeable encima a su hija, dejando escapar una especie de gruñido de elocuencia conmovedora. Cesó de llover al fin.
Pienso, señora, que sabéis bien que mi vida es vuestra, y no sólo mi vida, sino mi alma, y que si me habéis llamado, es á causa sin duda de hallaros en un grande compromiso. Tenéis razón: en un compromiso harto grave. Me caso. ¡Que os casáis! Sí por cierto, y voy á mostraros la causa por qué me caso. Don Juan no contestó, porque se le había echado un nudo á la garganta.
Por la mañana me esforzaba en reír, quería fingir la indiferencia y la alegría de un pájaro, creyendo que ese era el papel que mejor me convendría y más le agradaría; pero los cantos y la risa se ahogaban en mi garganta, y él lo notaba muy bien, pues sonreía con expresión compasiva, y yo sentía redoblar mi vergüenza.
Palabra del Dia
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