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Actualizado: 15 de julio de 2025


La plaza está desierta; picotean al sol unas gallinas; triscan sobre el tejado del convento los pájaros; en la lejanía, a la derecha, se pierde un camino ancho, bordeado por largos liños de olmos desnudos. Suena lenta una campanada larga, y después otra campanada larga, y después tres campanadas finas y breves... Es mediodía. Regreso a la posada.

Yo no tengo nada de torpe: me lo conozco, , señores. ¿Creerá usted, Sr. Santorcaz, que eso que usted ha dicho de los mayorazgos se me había ocurrido a muchas veces cuando jugaba en el patio de casa con las gallinas?

Sus vacas eran inglesas, sus perros de San Bernardo, sus gallinas de Guinea, sus faisanes de Terán, sus cabras eran suizas. ¿Qué le faltaba a Masicas, que estaba siempre tan llena de pesar? Se lo dijo a Loppi, apoyando en su hombro la cabeza. Masicas quería algo más.

Y al mismo tiempo De-Hinchú, manejando todavía su abanico, sacaba gallinas de sombreros, escamoteaba naranjas, extraía yardas de seda sin fin, de sus mangas, y llenaba la superficie del sótano de géneros que brotaban misteriosamente del suelo, de su propio vestido, de la nada.

Mandó el concejo se diesen al obispo para su ayuda de costa cinco cafices de ceuada et cinquenta pares de gallinas et doze carneros et dos cargas de vino bueno.

La vía férrea cruza por las calles mismas de la villa, sobre un terraplén de algunos pies de altura, gracias al cual fuimos viendo, por encima de cercas y tapias, el interior de muchos corrales llenos de leña, estiércol y aperos de labor, y cubiertos de recientísima escarcha, por donde andaban ya las madrugadoras gallinas tomando el sol y cacareando.....

Seguía Julián a Nucha en sus exploraciones, a fin de vigilar y evitar, si cabía, cualquier suceso desgraciado. Y en efecto, su intervención fue provechosa cuando Nucha descubrió en el gallinero cierto pollo implume. El caso merece referirse despacio. Había observado Nucha que en aquella casa de bendición las gallinas no ponían jamás, o si ponían no se veía la postura.

Cada día me trajo huevos, pero se negó a recibir paga de ninguna especie, diciendo que el hombre no los vendía, ejemplo extraordinario de abnegación, pues los huevos valían entonces medio peso cada uno. Una mañana, mi vecino Forster, hízome durante el almuerzo una visita, y con esta ocasión lamentó su mala suerte, pues sus gallinas habían cesado de poner, o bien él no sabía dar con los nidales.

Las sirvientas se entretenían en llevarla a que viera las gallinas y los pollos o a recoger algunas cerezas en el huerto. Y los niños y las chiquillas se le acercaban lentamente, con movimientos prudentes, y las miradas fijas como perritos que avanzan hociquito contra hociquito hacia otro compañero hasta que la atracción alcanza el punto en que los suaves labios se ofrecen para recibir un beso.

Entraban en esta familia, las flores del jardín, y las legumbres de la huerta. Envidié con todo mi corazón a mi tío. Te he llamado, me dijo, para un asunto de interés: cuando digo que es de interés el asunto, claro está que a quien interesa es a ti, porque a ya no me interesa nada. ¡Oh! ¡ por cierto! los perros, los patos, las gallinas.

Palabra del Dia

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