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Actualizado: 15 de julio de 2025
El corral, cercado antes con podridos cañizos, tenía ahora paredes de estacas y barro, pintadas de blanco, sobre cuyos bordes correteaban las rubias gallinas y se inflamaba el gallo, irguiendo su cabeza purpúrea.... En la plazoleta, frente á la barraca, florecían macizos de dompedros y plantas trepadoras.
Eran algo mayores que pichones, casi del tamaño de gallinas, con la cabeza de un amarillo dorado en la parte inferior y verde oro en la superior; el dorso era castaño con reflejos también dorados, la cola rizada, de tonos multicolores, lo mismo que las alas, de debajo de las cuales les salían como una especie de borlas de fino plumón amarillo pálido con reflejos plateados.
La inmediata al mediodia para las viviendas de su servidumbre, eunucos y guardias: comprendia 400 casas: los pages y eslavos que mantenia el sultan en ellas eran 3750, los eunucos y guardias 12000, magníficamente vestidos, con espadas y cinturones dorados; á los pages se pasaban diariamente 13000 libras de carne, sin contar las gallinas, perdices y otra volatería, además de muchas especies de pescados.
Don Juan estaba arriba, en los porches, dando de comer a los palomos y a las gallinas.
Fuera de las casas ondeaban sobre cuerdas los guiñapos de color indefinible puestos á secar. Algunas gallinas flacas y espeluznadas corrían por el camino. Los niños permanecían sentados ante las puertas, graves é inmóviles, como si fuesen de distinta raza que la revoltosa chiquillería de los pueblos del llano.
Pero la excomunión que ha puesto por hoy la péñola en mis manos es excomunión mayúscula y, por ende, merece capítulo aparte. El decenio de 1550 a 1560 pudo dar en el Perú nombre a un siglo que llamaríamos sin empacho el siglo de las gallinas, del pan, del vino, del aceite y de los pericotes. Nos explicaremos.
No le gustaban los niños, pero como su marido había sido mal administrador, se vio pobre, y calculó con satisfacción, que la holgura entraría en su casa junto conmigo. ¡Que casa más fea! Grande, deteriorada y mal dirigida; en medio de un patio cuajado de estiércol, fango, gallinas y conejos.
Lleváron al punto á Candido á un retrete de verdura, ornado de una muy bonita colunata de mármol verde y color de oro, y de enjaulados donde habia encerrados papagayos, páxaros-moscas, colibríes, gallinas de Guinea, y otros páxaros raros.
Y Sor Marcela pasó repetidas veces por delante de la cárcel, volviendo de registrar los nidos de las gallinas, por ver si tenían huevos, o de regar los pensamientos y francesillas que cultivaba en un rincón de la huerta.
25 Y sentao junto al jogón a esperar que venga el día, al cimarrón le prendía hasta ponerse rechoncho, mientras su china dormía tapadita con su poncho. 26 Y apenas la madrugada empezaba coloriar, los pájaros a cantar, y las gallinas a apiarse, era cosa de largarse cada cual a trabajar.
Palabra del Dia
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