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Actualizado: 23 de junio de 2025


Era un galgo finísimo que había encargado a Inglaterra y le había costado una cantidad exorbitante. La falta que cometió fué de las más graves que un individuo puede cometer en el uso de sus funciones. Nada menos hizo que después de cobrar una liebre, cuando el Duque corría hacia él para quitársela de la boca, soltarla de pronto en el suelo.

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda.

Don Mateo, pesaroso de no haber acertado aquella vez a animar la conversación, la estableció de nuevo, encarándose con Sanjurjo. Hombre, parece mentira que usted con su defecto en la pierna, pueda dedicarse a la caza. ¿Quién? ¿éste? Ahí donde usted le ve, corre como un galgo exclamó don Víctor con cariñoso entusiasmo. En cuanto se pone sobre la pista de la liebre, deja de ser cojo.

No, no le conocían bien: don Bernardino era un truchimán de primo cartello, y ya tendría a buen recaudo todos sus valores, para tomar las de Villadiego el mejor día; después, échenle ustedes un galgo. Que la familia se iba al Frigal, y salían las propiedades a remate... ¡farsa! ¡ojalá pudiera ella registrarles los baúles!

No, no; ya estoy harto de pedacitos de carne frita. Espero un poco; uno de los perros continúa ladrando; el otro restriega discretamente su trompa sobre mis pantalones. Espero otro poco. Y luego me levanto y examino en la pared una estampa piadosa. Entretanto el galgo ha puesto los pies sobre la mesa y va devorando el resto de la carne... Me canso de esperar y llamo a la huéspeda.

Estamos a fin de mes y hay que pagar en seguida. ¡Oh, ese hombre! ¡Ese pillo! ¡Da lástima ver tanto desesperado, tantos padres de familia dispuestos a matarse o a matar a ese granuja si le pillan! El muy ladrón debió saber antes que nadie lo de la baja, y... ¡échale un galgo! ¡Dios sabe dónde estará ahora!

"Pues pruebe, señor, y verá qué tal está." Póngole en las uñas la otra, y tres o cuatro raciones de pan, de lo más blanco. Y asentóseme al lado y comienza a comer como aquel que lo había gana, royendo cada huesecillo de aquellos mejor que un galgo suyo lo hiciera. "Con almodrote, decía, es este singular manjar." "Con mejor salsa lo comes ", respondí yo paso.

La mesonera trae un cuenco de recia porcelana con diminutos pedazos de carne frita; después pone sobre la mesa una botella llena de una misteriosa mixtura amarilla. Dice que es vino. Yo como filosóficamente de la carne frita e intento sorber el acedo brebaje. El perro pequeño ladra y salta; el galgo negro se acerca mansamente y pone su hocico sobre mi muslo. ¿Me voy a comer toda la vianda?

Di que nada, ¡cuartajo! si te paez. ¡Los hijos de un sobrino carnal de mi madre!... ¡Pues digo!... ni un galgo le alcanza ya... De todas maneras, si usted no quiere... ¿Yo?... ¡A buena parte vas con el reparo!... ¡Vaya que me gusta!... No, no, lo que es por ... Además, no se trata de eso sólo, que debe verse de pasada... ¿Jacia ónde?

Cada cual recordó allá en sus adentros alguna de las varias sentencias vulgares que sostienen como verdad la transmisión de la culpa por medio de la sangre: de tal palo, tal astilla; la cabra tira al monte; quien lo hereda, no lo hurta; de casta le viene al galgo el ser rabilargo, y así la madre, así la hija y así la manta que las cobija.

Palabra del Dia

rigoleto

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