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Actualizado: 25 de junio de 2025
Es verdad dijo Salvador participando de aquel escalofrío. Y vio extinguirse la chispa funeraria en los ojos de Salomé, porque sus flacos párpados cayeron como apagadores de iglesia, y dejaron el amarillo semblante en su primitivo aspecto de cosa completamente acecinada y seca. ¡Caballero, tengo un frío horrible! murmuró la dama temblando . Vamos a prisa.
Para que á todos llegue mi plegaria Cuando percibo ya la luz de Dios, Aun sostengo mi piedra funeraria... El brazo cae... la piedra cae... ¡Adios!
En breve tiempo armaron unos al modo de doseles de iglesia, con ricas cortinas blancas, que se recogían gallardamente á un lado y otro; trajeron de otras piezas cantidad de santos é imágenes, que ordenadamente distribuyeron sobre el altar, como formando la corte funeraria del ángel difunto, y, sin pérdida de tiempo, encendieron algunas docenas de luces en los grandes candelabros de la sala, los cuales, en torno á Celinina, derramaban tristísimas claridades.
Era del dueño de la Funeraria ofreciéndole sus servicios y remitiéndole un prospecto con los precios. Alguno de aquellos chicos se había divertido en pasarle aviso. Tampoco se ofendió: parecía interesado en el juego. Al fin entró en la sala Juanito Escalona en su busca. Después de ajustar cuentas se levantó de la silla. Todos le rodearon. ¡Buena suerte, Alvaro! Me da el corazón que lo ensartas.
Ester vió y reconoció los mismos rostros de aquel grupo de matronas que habían estado esperando su salida en la puerta de la cárcel siete años antes; todas estaban allí, excepto la más joven y la única compasiva entre ellas, cuya veste funeraria hizo después de aquel acontecimiento.
Abrióse la mampara y entró un hombre, que parecía una figura de cromo: muy encendido el color, el bigote afeitado, la nariz encorvada, los ojos pequeños y penetrantes, con un levitón color de café y una chistera tornasol; era el muy respetable señor don Raimundo de Melo Portas e Azevedo, de estado casado, de nacionalidad portugués y de profesión usurero, el ángel protector de empleados impagos y pensionistas atrasados, el agente de funeraria de toda quiebra, el cuervo voraz de toda desgracia, el pastor de los hijos de familia descarriados.
¡Noche oscura, ya Diana entre turbios nubarrones hundió la faz plateada; y tú sola en medio de la avenida funeraria, te deslizas ideal, mística y blanca, te deslizas y te alejas incorpórea cual fantasma; sólo flotan tus miradas, sólo tus ojos perennes, tus ojos de hondas miradas fijos quedan!
Esta copa funeraria le inspiró una idea felicísima; la de cubrir la cabeza del capellán con su boina y adornarse él con el canalón de éste, que descansaba sobre una silla. Así vestidos volvieron a la danza, haciendo dos figuras realmente interesantes. El barón dio un traspié y cayó. Alza, tío Diego. El fraile le cogió de nuevo las manos que había soltado y tiró con fuerza hacia arriba.
Palabra del Dia
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