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Actualizado: 20 de octubre de 2025


Para la esposa adúltera, la muerte, el asesinato vengador; para la hija fugitiva, el desprecio, el olvido; ése es vuestro evangelio.

La onda se humilla, corriendo fugitiva, ante ese conquistador que la surca sin temerla y la azota con las ruedas de su carro triunfal; el monstruo de las aguas busca sus grutas escondidas en el abismo, comprendiendo que el imperio del elemento líquido le pertenece á un sér infinitamente superior; y el huracan, ese Júpiter sin forma, de aliento destructor, que impera sobre las soledades del páramo, de la selva, del arenal y del océano, parece amansarse en presencia de ese viajero que opone á las conmociones supremas de la creacion la fuerza misteriosa de la ciencia triunfante!

Todavía no es tan viejo que pueda asemejarse a un Bartolo, ni yo tan necio que me resigne a desempeñar el papel de Geronte. ¡Vaya! ¡vaya!... Pero no se sonroje usted por eso, porque nada de censurable hay en que él la ame. Si fuese cierto, señor conde, lo que usted dice afirmó con entereza. Antoñita si bien cubrió su semblante una fugitiva palidez, no haría bien en ello, porque yo no le amo.

Hoy en vez de una estrella fugitiva Ves brillar una flor nitida y viva De perfume inmortal, Que no ha de marchitar el cierzo helado Si del materno seno enamorado Tiendes sobre ella el cándido cendal. No conozco aun á tu hijo, mas soy padre, Y al través de los ojos de su madre Le miré con amor, Como al través de un rayo luminoso Desprendido de un cielo magestuoso Suele verse á lo lejos una flor.

Silencio, infame. He callado hasta hoy, porque lo tomé como una locura fugitiva. Pero ha llegado a tal extremo su atrevimiento, que he decidido escarmentar a usted para siempre, para siempre. Sacó del seno un montón de papeles y los despidió, con ademán repulsivo, sobre el mostrador. Le arrojo esos anónimos impertinentes e indecorosos. Yo pertenezco a un hombre, sólo a un hombre.

Pero su alma cantaba los versos de Musset: Yo amo sin esperanza mas no sin felicidad la veo y es ya bastante. Y esa felicidad fugitiva y efímera, de la que no se llevaría más que el recuerdo embalsamado, a sus lejanas guarniciones, ¿debía sacrificarla a un vano escrúpulo?... ¿Qué mal hacía gozando de aquella querida presencia como se respira una flor, sin cogerla ni tocarla?

A todo esto se acercaba ya la noche y yo, mísero de , no disponía del poder de Josué para detener el sol a mi placer. De repente, a la escasa luz del farol que alumbraba la escalera, alcancé a ver el vestido de mi fugitiva, pero ésta no iba sola, pues también vi la capa de un hombre que bajaba en su compañía. ¿Será su amante? ¿Será su hermano? pensé.

Recostada en la silla, gozaba beatíficamente del triunfo, exponiendo a la admiración de los inquilinos de las lunetas el cuerpecillo ajustado, púdico, la línea fugitiva que se elevaba desde la cintura al hombro, el gracioso manejo de abanico, el movimiento delicado con que subía los gemelos a la altura de las cejas.

Comprendiendo Antoñita que podía notarse su ausencia desapareció más ligera que una gacela. Amaury siguió con los ojos la estela de su vestido blanco y viola subir la escalera, rápida y fugitiva como una sombra; en seguida se cerró tras ella la puerta que daba acceso a la casa.

Un solo empleado trabajaba: un hombre de edad incierta, con cara pueril y bigote recortado. Su gesto obsequioso y sonriente contrastaba con su mirada fugitiva; una mirada de alarma y desconfianza. Al ver á Freya se levantó de su asiento. Esta le saludó llamándole Karl, y pasó adelante, como si fuese un simple portero.

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