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Actualizado: 3 de junio de 2025


En la primavera de mi juventud, fué mi destino no frecuentar de todo el vasto mundo sino un solo lugar que amaba más que todos los otros, tanta era de amable la soledad de su lago salvaje, rodeado por negros peñascos y de altos pinos que dominaban sus alrededores.

Desde entonces todas aquellas delicadezas de su alma empezaron a sufrir un proceso de desvanecimiento, todas sus ternuras se fueron apagando como los colores de una olvidada pintura bajo la capa de polvo que la cubre. A poco cambió su modo de ser y dejó de frecuentar el sitio que sus éxtasis asiduos habían como impregnado de una atmósfera mística.

En tan angustiosa situación, empezó D. Gumersindo a frecuentar la casa de Pepita y de su madre y a requebrar a Pepita con más ahínco y persistencia que solía requebrar a otras.

Libre ya del temor al párroco, Obdulia empezó a frecuentar la nueva casa del excusador y a ejercer en ella una alta vigilancia. Enterábase de la ropa blanca, del estado de las sotanas, de los alimentos que más placían al padre, de las particularidades de su cama. Algunas veces venía a ayudar al planchado o llevaba para aplanchar en su casa aquellas cosas más delicadas, como las albas y los roquetes, recosía las medias que se habían roto, quitaba las manchas de las sotanas, etc.

El empleo le permitía frecuentar la sociedad de los prepotentes, mientras éstos le ayudaban inconscientemente a mantenerse en el empleo. Ningún ministro se atrevía a dejar cesante a un hombre con quien iba a tropezar en todas las tertulias y saraos de la corte.

Este plan era más de doña Luz que de D. Jaime. Mucho le pesaba tener que separarse de su marido, aunque fuese por muy breve tiempo; pero tenía grande encanto para ella el que D. Jaime mismo preparase a su gusto la casa en que había de recibirla, y donde ella se proponía vivir con modestia y sin frecuentar paseos, teatros y tertulias, para no ser gravosa gastando.

A semejanza de estudiante calavera que está en su casa lo menos que puede, ella iba a la suya a las horas en que Pepe trabajaba, temerosa de tropezar con él, y cada cuatro o seis días se quedaba una noche a dormir en la hermandad. Leocadia se hizo cargo de la asistencia del padre, pero de mala gana, sin renunciar a las visitas a la sala de ventas ni dejar de frecuentar la capilla.

Libre ya de este obstáculo, Gillespie volvió á empuñar los remos, avanzando por unas aguas que la marina pigmea rehuía el frecuentar. Puso la proa hacia la barrera de rocas y espumas, obra de los dioses, que limitaba el mundo conocido. Después de una hora de violento ejercicio, Gillespie, cubierto de sudor, necesitó despojarse de la chaqueta.

Pero aunque Juan Pablo se encariñaba de este modo con el local, había cambiado de café bastantes veces en el espacio de cinco años. Equivalía esto a mudar de vivienda, y como todos los cafés de Madrid se parecen, lo mismo que se parecen las casas, Juan Pablo llevaba en propio su domesticidad, y a los dos días de frecuentar un café, ya se encontraba en él como en familia.

Estas dudas que sin cesar le asaltaban eran para su pasión un verdadero cauterio, doloroso y cruel como todos, pero de muy saludables efectos. No dejó por un instante de frecuentar la casa de Elorza como antes; acaso más que antes. Había allí dos seres a quienes compadecer y que le compadecían.

Palabra del Dia

rigoleto

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