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Actualizado: 3 de junio de 2025


Un cortejo de privaciones, el largo rosario de las economías, desfiló ante él: nada de viajes, nada de caballos, nada de partidas de placer. Después, se abismó en visiones, para él aterrorizadoras: un sastre de segundo orden, una mujer mal vestida, obligada a frecuentar los ómnibus y los tranvías.

Todos los Valcárcel de la provincia, hasta los del más lejano rincón de la montaña, supieron que por prescripción facultativa Emma había cambiado de vida; se había resuelto, venciendo su gran repugnancia, a salir mucho, frecuentar los paseos, las romerías y hasta las funciones solemnes de iglesia, y podía ser que el teatro. D. Juan Nepomuceno dejaba hacer, dejaba pasar.

A las once de la mañana, aunque el sol continuaba su curso y su Excelencia, el Capitan General, no aparecía al frente de sus cohortes victoriosas, sin embargo el desasosiego había aumentado: los frailes que solían frecuentar el bazar de Quiroga, no aparecían y este síntoma presagiaba terribles cataclismos.

Dejó de frecuentar los cafés estudiantiles; hizo vida en el centro de la población, pasando de un grupito a otro de los que constituyen la tumultuosa e ingobernable República de las Letras.

Así: «cultivan», como si fuera muy hermoso y muy digno entregarse a todas las apatías y contaminar a cuantos nos rodean con la baba de nuestras tristezas o de nuestras preocupaciones, en vez de levantar el espíritu, por el propio esfuerzo, y simular, si es necesario, una alegría que nos haga amables o cuando menos que no nos convierta en motivo de pena para nuestros íntimos y para cuantos tenemos que frecuentar.

Hasta creían ver en los criados cierta sonrisa, como si les alegrase la afrenta que aquella loca infería a sus parientes. Los señores de Dupont comenzaron a frecuentar menos las calles de la ciudad, pasando muchos días en su finca de Marchamalo, para evitar todo encuentro con la Marquesita y con las gentes que comentaban sus excentricidades.

Ejemplos pueden tomar caminando por el vário discurso de esta historia, primero en el amargo fruto que cogieron los monarcas godos de las cruelisimas persecuciones hechas á los judíos para hacer que entrase en los entendimientos de estos la religion de Cristo, i luego en los muchos hebreos que abandonaron la lei de Moisés cuando ninguna persecucion recibian de mano de los reyes de España, cuando podian comerciar libremente, cuando en las quietudes de sus casas vivian sin temor de bárbaras opresiones, i cuando con perfecta tranquilidad en los ánimos podian frecuentar descansadamente el estudio de las letras.

Como resultado de estas relaciones, empezó el marqués a frecuentar el taller de su nuevo amigo, haciéndose desde este momento el apologista de su talento en la buena sociedad, talento todavía o ignorado, o discutido.

Estas medias tintas de la moralidad le parecían entonces a ella las más conformes a la flaca naturaleza humana. «¿Por qué he de creerme más fuerte de lo que soy?». También volvió a frecuentar la casa de Vegallana.

Y después de guardar durante algún tiempo el duelo que sentía por la profesión de su hermana, comenzó a frecuentar, de cuando en cuando, si no la sociedad bullanguera y aparatosa, las recepciones de Palacio, donde era bien quisto por su ejemplar conducta. Allí conoció las beldades de la corte, cuyas «toilettes» y modos le chocaron, a veces hasta la indignación.

Palabra del Dia

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