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Además, La Autoridad te defenderá si te atanca.» «¿ crees?» «La Autoridad está en el caso de administrarme una paliza disimulada... Me defenderá criticándome.» «Pues bien, amigo, espera para apurarte a que ocurran todas estas cosas.» «¡Ah! así sois las mujeres, descuidadas, frívolas, egoístas... El padre Tomás me ha engañado sobre tu carácter.

Esto fué el tema constante de mis meditaciones en los primeros días, pero luego puse toda mi atención en la belleza de los campos de Villaverde, en las puestas de sol, en la galanura de mis poetas favoritos, en las visitas de mi maltrecha musa, en el amor de Angelina. ¡Mente maldita la mía, tan divagada e inestable, inquieta como una giraldilla, encariñada con todas las cosas inútiles y frívolas!

El amor a los chismes no es solamente un defecto de solterona, sino la pasión de todas las mujeres desocupadas y frívolas. En cuanto al carácter de la Bonnetable, debe ciertamente de encontrarse en mujeres casadas. Conozco algunas, por mi parte, que no dejan nada que desear en cuanto al órgano, al gesto y a la manía del mando.

Allí no valía reírse, pero buenas ganas se les pasaba. Marta, madrina, presenciaba la escena con cara de judío: pensaba en la superioridad de sus ideas personales sobre la vulgar manera de entender la ceremonia que presenciaban aquellas frívolas amiguitas.

De buena gana Apolonio hubiera dado unos cuantos azotes a la vieja vestal, que así venía a turbarle y ponerle ante mismo en ridículo, obligándole a descomponer la majestad de la figura; corriendo azariento a entornar la puerta, porque los transeuntes no se percatasen del lance; trayendo un vaso de agua a través de las frívolas oficialas, que sonreían al verle en guisa de camarero: salpicando el rostro de la desmayada e intentando desabrocharle el corsé.

Y así, esperé que, pasado un lapso de tiempo prudencial, la personalidad del hombre sereno y expansivo se sobrepusiese a la del hombre apasionado, triste y taciturno, y que don Guillén reanudase su cuento. Le hablé, por favorecer el tránsito, de cosas indiferentes a su preocupación actual, pero no tan indiferentes que resultasen frívolas o necias.

Los dos años siguientes transcurrieron para Lubimoff como en una pesadilla. ¿Qué mundo era éste?... Sus antiguas amistades desaparecían. Algunas de las mujeres frívolas que habían amenizado su existencia contemplaban los acontecimientos con una tranquilidad inconsciente; pero otras se mostraban abnegadas y heroicas, olvidando sus actos anteriores, sintiendo formarse dentro de ellas un alma nueva.

Si es usted un amigo tan paternal, principie por no hacerme cumplimientos ni adularme. ¡Los piropos son un veneno para las niñas frívolas y coquetas como yo! Y miró a Vázquez con la más tierna de sus miradas y le sonrió con la más mona de sus sonrisas, como diciéndole: «Pero no importa que las lisonjas sean un veneno.

Varios oficiales de la Guardia gubernamental y del ejército ordinario se paseaban con una mano en la empuñadura de la espada y la otra sosteniendo sobre el redondo muslo su casco deslumbrante. De los grupos masculinos vestidos con ropas de mujer surgía un continuo zumbido de murmuraciones y pláticas frívolas.

Pronto comprendieron que debían, primero, gastar con más prudencia, porque las rentas iban mermando considerablemente, y segundo, andarse con pies de plomo en lo que se refería a dejarse galantear, porque entre sus propias imprudencias y la malignidad del tutor y su hermana, iban ellas cobrando reputación de frívolas y ligeras.