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Actualizado: 27 de junio de 2025
Dan las dos en el reloj de la ciudad, un antiguo marabut, cuyas frágiles paredes blancas percibo desde aquí... ¡Pobre diablo de marabut! ¿Quién le hubiese dicho hace treinta años que un día tenía que sostener en medio del pecho una gran esfera municipal, y que todos los domingos a las dos en punto daría la señal a todas las iglesias de Milianah para tocar a vísperas?... ¡Tilín, talán!
Las iglesias afectan, en las frágiles escayolas que las decoran interiormente, el estilo adamado con pretensiones de elegante de la basílica de Lourdes. Hay, pues, en ellas una impresión de aseo y arreglo que encanta la vista, y una deplorable manera arquitectónica.
Lo amueblan dos sillones, una mecedora, seis sillas, un velador, una mesa y una consola. Los sillones son de tapicería a grandes ramos de adelfas blancas y rojas sobre fondo gris. La mecedora es de madera curvada. Las sillas son ligeras, frágiles, con el asiento de rejilla, con la armadura negra y pulimentada, con el respaldo en arco trilobulado.
No era en verdad ilusión que los frágiles tabiques de la casa temblaran como las murallas de Jericó, porque durante el ir y venir de la gente en el momento del berrinchín, el piso se estremecía de tal modo y con tan amenazadora trepidación, que los expulsados tomaban con gusto la puerta.
Tus frases de amor llenas, desbordaron, rompiendo de mi calma las frágiles cadenas, un mar de hirviente lava por mis venas y otro mar de delirios por mi alma. ¡Perdóname, bien mío...! Pusieron contra tí del alma mía en el volcán impío, su amor la alondra, su murmurio el río, su ausencia el sol, su negra noche el día.
Después del primer viaje de Colón, los puertos españoles habían sido como palomares abiertos, de cuyas bocas se escapaban con las alas tendidas las frágiles y audaces carabelas. Los espejismos del oro y el espíritu de aventura desarrollado por siete siglos de guerra con el sarraceno empujaban a los audaces.
El trapero levantó la luz hasta el techo, tocando con cierto cuidado, como objetos frágiles y preciosos, las telas empolvadas que pendían de la paja. Mira... telarañas. ¿Las ves? Aquí, allá, por todos lados. No tenemos ventanas, cristales y otras cosas superfluas y malignas para la salud; pero telarañas, puedo apostar con el más rico a ver quién las tiene mejores.
Pero, disipada aquella última esperanza, pensó con tristeza que los lazos que á ella le unían no podían ser más frágiles y que el mejor día caerían al suelo rotos.
Estos seres frágiles, que parecían pertenecer á una fauna de ensueño, blancos como el cristal de roca, con suaves bordes de color de rosa ó violeta, eran urticantes lo mismo que las ortigas y se defendían con un contacto de llama.
Sus lánguidos y livianos bailes y la mórbida esbeltez de sus formas eran encanto de los ojos y dulce lazo en que los corazones quedaban cautivos. En medio de tanto deleite, Morsamor se había mostrado impasible, silencioso y tétrico. Ninguna mujer había logrado prenderle, ni aun con las ligeras y frágiles cadenas en que donna Olimpia le había prendido.
Palabra del Dia
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