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Actualizado: 12 de mayo de 2025
En la mañana del Corpus, la primera persona que vio Gabriel al salir al claustro fue don Antolín, que repasaba sus talonarios, alineándolos sobre el borde de piedra de la balaustrada. Hoy es un gran día dijo Luna queriendo halagar al Vara de plata . Se prepara el gran ingreso: vendrán forasteros. Don Antolín miró a Gabriel fijamente, como dudando de su sinceridad.
Pronto la isleña curiosidad se enteró de los nombres de estos forasteros de aspecto alarmante. Ella era una francesa, autora de libros: Aurora Dupín, antigua baronesa separada de su marido, que se había hecho una reputación universal por sus novelas, firmándolas con un nombre masculino y el apellido de un asesino político: Jorge Sand.
Todos los forasteros, por consiguiente, aunque estaban muy agasajados en el Cenobio y tratados a qué quieres boca, se aburrían de muerte y ansiaban salir de allí para gozar de plena libertad aunque tuviesen que sufrir trabajos. El mismo Morsamor empezaba a cansarse. Dispuso su partida, pero antes de despedirse de Sankarachária, le hizo una última pregunta y le pidió un favor.
Y si tal vez, al oir la explicación de la doctrina cristiana, ó alguna de aquellas incontrastables verdades que tienen fuerza de hacer volver en sí á quien de sí vive olvidado, despierta en ellos algún buen pensamiento, apenas nace cuando le sofoca su inconstantísimo genio, y el mal ejemplo de los forasteros, como muchas veces lo vemos y tocamos con las manos.
No pocos hombres, sobre todo si son forasteros y no la conocen, se figuran lo que quieren, se las prometen felices, y se atreven a requebrarla y hasta a hacerle poco morales proposiciones. Ella entonces los despide con cajas destempladas.
De día explotáis los brazos y de noche los estómagos. Hacéis mal, muy mal. Hasta ahora os salva la gran masa de peones forasteros que vienen á rabiar y á ahorrar durante algunos meses, pasando por todo, pues su deseo es irse. Pero cada vez se quedan más en el país y ya veréis la que se arma cuando esta gente, viviendo siempre aquí, acabe por conoceros.
Ruiloz y Javier daban juntos largos paseos, jugaban al ajedrez y con frecuencia comía el primero en casa del segundo; de suerte que los forasteros siempre tenían cerca al médico y éste se complacía en el afable trato de la familia madrileña. Esto sucedía a principios de Agosto.
Y saludando a los forasteros con un gesto de bondad altiva y señorial, que Montenegro había visto muchas veces en doña Elvira, el temible Dupont hizo un ademán a su empleado para que le siguiese. Fuera de la bodega detúvose don Pablo, quedando los dos hombres al aire libre, con la cabeza descubierta, en medio de una explanada.
Pero ellas seguían agarradas al escollo de su naufragio, tal vez para siempre, viviendo de los residuos de otros y otros, que, siguiendo la misma ruta, venían á chocar y á perecer. Se ofrecían á los forasteros como personas experimentadas en los misterios de la casa; aconsejaban á las parejas en viaje de amor qué número debían jugar, como si poseyesen el secreto.
Hacía un sol hermoso, días azules, sin una nube en el cielo; había que aprovechar el buen tiempo; era la época del año en que Vetusta se anima un poco: había teatro, paseos concurridos, con música, forasteros... una exposición de minerales. Hasta Petra pidió una tarde permiso a la señora para ir a ver un arco de carbón que habían construido....
Palabra del Dia
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