Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 18 de junio de 2025


Una de esas casas, en cada una de las cuales tiene abierta una candente y luminosa página el mundo. Donde las mujeres se presentan tales cuales son, arrojada la careta del decoro. Donde los hombres hacen gala de sus vicios. Yo no gozaba allí; pero estaba mejor que en otras partes, porque allí al menos veía claro, y no estaba obligado a fingir ni a violentarme.

Su voz lloraba al hacer estas evocaciones. Pero ¿y tu marido? preguntó Miguel. Entonces nos separamos. El podía tolerar en silencio mis amores, podía fingir no verlos... ¡pero un hijo que no era suyo!... Recordó la actitud digna, á su modo, del duque de Delille. Su familia abundaba en maridos engañados: casi era esto una tradición de nobleza, una distinción histórica.

Y como fin de tantas privaciones, de una abstinencia triste y dolorosa... la muerte inevitable. ¿Para qué habrá nacido el pobre ser...? A veces las grandezas de la tierra equivalen a una maldición. La razón de Estado es el más cruel de los tormentos para un enfermo: le obliga a sonreír, a fingir una salud que no tiene.

Pero ella no podía contestar, sofocada por el llanto, hasta que por fin, con las palabras sacudidas por un hipo doloroso, comenzó a hablar, abatida, inerte, ocultando en un hombro de su amante su rostro bañado en lágrimas. No podía más; el martirio resultaba abrumador, le era imposible fingir por más tiempo. Conocía como él lo que hablaban en la ciudad de aquellas entrevistas.

La precipitación general hacía desaparecer la exagerada y untuosa amabilidad germánica. «Son como lacayos pensó Desnoyers . Creen próxima la hora del triunfo y no consideran necesario fingir...»

Sentáronse los dos en el paseo, junto a las ventanas del salón. Había empezado en éste la improvisada fiesta. El piano sonaba incesantemente. Al principio del viaje nadie sabía tocar: el miedo al ridículo, la falta de trato, hacían fingir a todos una absoluta ignorancia musical.

Quiso avanzar más para escuchar la conversación que se le escapaba por haber bajado la voz los interlocutores, pero uno de los perros que allí estaban lo olfateó y se puso a ladrar. Entonces no tuvo más remedio que descubrirse, fingir que llegaba en aquel momento haciendo de tripas corazón, sonreír y dirigir palabras amables a aquellos traidores.

El octavo, no fingir ataque de nervios ni hacer mimos a los primos. El noveno, no desear más prójimo que su marido. El décimo, no codiciar el lujo ajeno. Estos diez mandamientos se encierran en la cajita de los polvos de arroz, y se leen cada día hasta aprenderlos de memoria. El quid está en no quebrantar ninguno, como hacemos los cristianos con varios de los del Decálogo. Sigamos con el platero.

¿No serás el que me engañas...? Mira, Germán, voy a pedirte un favor y es que me hables con toda franqueza. que por condescendencia, por lo bueno que eres y por lo mucho que me quieres, serías capaz de fingir que vas contento a Madrid aunque te disguste. Me parece gran locura ese disimulo.

Habría querido dejarme caer nuevamente con los ojos cerrados en la esquina del sofá y fingir todavía un poco el desvanecimiento, pero me levanté vivamente y dije: Creo que Marta no cerrará los ojos esta noche; esperará el momento en que salgas de la casa. Querrá verte partir; como su habitación da al jardín, vendrá a la tuya o a la que está al lado.

Palabra del Dia

dermatológicas

Otros Mirando