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Actualizado: 13 de septiembre de 2025


Sospecho que ha desfigurado mi bella nariz romana. Y a , si no fuera afeitado completamente, como cuadra a un romano de la antigüedad, me hubiera arrancado hasta el último pelo. Esas mujeres tienen unos deditos encantadores, con unas uñas finísimas. Las comparáis con las gatas, y las gatas son ángeles comparadas con ellas.

Tenía este caballerito ala y media de rizadas y finísimas plumas, que le caían por la trasera con desmayada gentileza, y calzaba sus pies de mujer con botitos, coturnos o alpargatas; que de todo había un poco en aquella elegantísima interpretación de la zapatería angelical. Por la cabeza le corría una como guirnalda con cintas, que se enredaban después en su brazo derecho.

En el primero, divisábanse a lo lejos, en un apartado rincón, cuatro señores muy graves, muy tiesos, jugando al tresillo; en el segundo, reverberaban las luces en el brillante parquet de finísimas maderas enceradas y en los colosales espejos, dando a todo aquel recinto el aspecto fantástico y temeroso, en medio de su magnificencia, de aquellos palacios encantados que se describen en los cuentos de hadas.

No hay mosquito lírico de los que zumban en las provincias meridionales o septentrionales de España que no haya expuesto sus impresiones acerca de ellos y armado un tinglado más o menos armonioso con «los dulces acordes de la guitarra», «el aroma de los nardos», «la luz de la luna esparciendo sus hebras finísimas de plata sobre la ventana», «el cielo salpicado de estrellas», «el azahar», «los ojos fascinadores de la doncella», «su aliento cálido, perfumado», etc., etc.

Ayudado por D. Baldomero y Arnaiz, Gumersindo empezó a traer batistas finísimas de Inglaterra, holandas y escocias, irlandas y madapolanes, nansouk y cretonas de Alsacia, y la casa se fue levantando no sin trabajo de su postración hasta llegar a adquirir una prosperidad relativa.

Saquearon los alojamientos, y tiendas de Miguel, y en la que él estaba alojado hallaron mucho dinero, y joyas de grandísimo valor y entre ellas una corona imperial con piedras finísimas de precio inestimable. Esta vino á las manos de Calel, y haciendo donayre de la dignidad imperial se la puso en la cabeza, afrentando de palabra al que con tanto deshonor suyo la habia perdido.

Tenía un hombro al aire, y una de las nalgas estaba también a la intemperie. ¡Con cuánto amor pasó la mano por aquellas finísimas carnes, de las cuales pensó que nunca habían conocido el calor de una mano materna, y que estaban tan heladas de noche como de día! «Toca, toca dijo a la criada ; muertecito de frío». Y al Sr. Izquierdo: «Pero ¿por qué tiene usted a este pobre niño tan desabrigado?».

Pero esta digresión nos aleja del bueno de Ayvaz. Llegó el primero al lugar de la cita, todavía encolerizado. ¡Con qué furor paseaba por la plaza de la aldea, esperando al enemigo! Ocultaba bajo sus vestidos dos formidable yataganes, de finísimas hojas de Damasco. ¿Qué digo de Damasco?

Y fueron viniendo botellas, aumentándose copas a la ya formidable batería que cada convidado tenía ante ; anchas y planas, como las de los relieves antiguos, para el espumante Champagne; verdes y angostas, finísimas, para el Rhin; cortas como dedales, sostenidas en breve pie, para el Málaga meridional.

A despecho de nuestra prudencia y de nuestra ancianidad, he de confesarte que pecamos por un exceso de galantería, y siempre que aparece en nuestra tierra alguna dama extranjera de distinción y aficionada a saber, la recibimos con finísimas atenciones y hacemos cuanto está a nuestro alcance para ilustrarla.

Palabra del Dia

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