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Ballester se había sentado en una silla junto al lecho, y no quitaba los ojos de aquella mujer, que le parecía entonces más hermosa que nunca. «Le daría cuatro besos pensaba ; pero de amistad, de pura amistad, porque me interesa esta infeliz... y digan lo que quieran, no es tan mala como se cree por ahí». Después empezó a dar noticias de la familia y amigos, las cuales oía Fortunata con gran curiosidad. «Doña Lupe, con toda su fiereza, no la olvida a usted.

Pues es claro, general, ¿acaso no lo he dicho? No, señorita dijo impaciente el general , lo que habéis dicho es bravo, epíteto que sólo he oído aplicar a los toros montaraces y a los indios salvajes para ponderar su brutal fiereza.

Con la falta acostumbrada de carácter peculiar á esta malaventurada ave, parece, á juzgar por la fiereza que despliegan su pico y ojos y la general ferocidad de su actitud, que está dispuesta á castigar al inofensivo vecindario, previniendo especialmente á todos los ciudadanos que estimen en algo su seguridad personal, que no perjudiquen la propiedad que proteje con sus alas.

Y, levantándose, dejó de comer y fue a quitar la cubierta de la primera imagen, que mostró ser la de San Jorge puesto a caballo, con una serpiente enroscada a los pies y la lanza atravesada por la boca, con la fiereza que suele pintarse. Toda la imagen parecía una ascua de oro, como suele decirse.

A juzgar por algunos antecedentes que hemos reunido, parece que nuestros antiguos monarcas miraron con gran predilección á tan hermosos animales, no sabemos si porque de antiguo han representado la fiereza y el valor ó por su significación heráldica conque aquellos los consideraran.

La presencia de don Marcos con una espada en cada mano turbó sus reflexiones y paseos, dejándolos inmóviles. El coronel miró al cielo, luego dió varios pasos en distintas direcciones, para evitar que uno de los contendientes quedase colocado frente al sol. Finalmente clavó en tierra con fiereza una de sus espadas.

Habían perdido de golpe toda su fiereza al verse lejos del oficial y libres de la disciplina. Algunos que sabían un poco de francés hablaban de su mujer y de sus hijos, para enternecer á los enemigos que les amenazaban con las bayonetas. Un alemán marchaba junto á Desnoyers, pegándose á sus espaldas. Era el sanitario barbudo.

Débil cordera, cuya blanca nieve Copo á copo formó naturaleza, Cándida ofrece al valle su pureza, Si á tanto armiño su verdor se atreve. Al cristal de un arroyo altivo mueve Lobo cruel su bárbara fiereza, Y la simple cordera la cabeza Inclina al agua y descuidada bebe.

Pero no era el buey pacífico que fabrica carne para el sustento del hombre, el animal dominador de aquella llanura, sino el toro bravo que había de lidiarse en los circos y cuya fiereza cultivaba el ganadero, esforzándose por acrecentarla.

Era mentira lo que contaba la gente sobre el fin de su padre. El pobre doctor Moreno no se había suicidado. Tenía demasiada altivez para revelar, dándose la muerte, el inmenso dolor que le había causado aquella ingratitud. No me hable usted de ella dijo con fiereza a su patrona de Milán cuando intentó hablarle de Leonora. Yo no tengo hija: fue una equivocación.