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Actualizado: 11 de junio de 2025
Mientras duraba el vapuleo, Petra lo contemplaba riendo, ¡que a tal grado de fiereza llevó su despego! Molido, deshecho y ensangrentado bajó nuestro Miguel, y al verlo en tal estado diose parte al director.
Los pequeños moradores de aquella soledad apenas se apartaban del camino de la niña. Cierto es que una perdiz, seguida de diez perdigones, se adelantó hacia ella con aire amenazador, pero pronto se arrepintió de su fiereza y se volvió tranquila al lado de su tierna prole, como diciéndoles que no tuvieran temor.
Era todo uñas y todo dientes; sacaba las armas del débil; pero con tanta fiereza, que si coge al otro le arranca la piel. Santa Cruz acudió pronto a la defensa. «Te digo que te pateo... si vuelves...». Le levantó como una pluma y le lanzó violentamente donde antes había caído. Era un solar o campo mal labrado, más allá de la última casa.
Pero ¿cómo podrá hacerlo sin que primero le dejéis ver la herida ó pesadumbre de vuestra alma? ¡No! ¡no á tí! no á un médico terrenal! exclamó el Sr. Dimmesdale con la mayor agitación y fijando sus ojos grandemente abiertos, brillantes, y con una especie de fiereza, en el viejo Rogerio Chillingworth. ¡No á tí!
Cuando mis infaustos hados y de Alabás la fiereza Me forzaron á dejar del alma las dulces prendas: A tí de mi patria amada ningun recuerdo te queda; Pero yo triste no puedo dejar de llorar por ella.
El joven Sultán iba, como se ha dicho, al siniestro lado del riquísimo palanquín, haciendo gala y muestra de su gentil presencia, y escarceando gallardamente con aquella peregrina alfana, si llena de fiereza para combatir, no menos primorosa y atildada para los alardes de gentilezas y bizarrías.
Y como afrentado y sin venganza no quería vivir en el mundo, se decidió a hacer la vida del claustro. Hasta el día en que el insulto hecho a su madre despertó en él de nuevo la ingénita fiereza, fue el más paciente y dulce de los cenobitas.
A Ruiz también le daba por el patriotismo y por los héroes; pero inclinándose a lo terrestre y empleando un cierto tono de fiereza. Allí sacó a Tetuán y a Zaragoza poniendo al extranjero como chupa de dómine, diciendo, en fin, que nuestro porvenir está en África, y que el Estrecho es un arroyo español.
¡Cristiano yo! exclamó el caballero enmascarando su benevolencia con una fiereza histriónica . ¡Cristiano yo! ¡Mal pecado! Para que no te vuelvas a acercar más a mí, me voy a hacer protestante, judío, mormón... Quiero que huyas de mí como de la peste. Vamos, no tontees.
Con aquel lenguaje mudo decía claramente el infantil ejército: «¡Ya somos hombres!». ¡Cuántas pupilas negras brillaban en el enjambre con destellos de genio y chispazos de iniciativa! ¡En cuántas actitudes se observaban pinitos de fiereza! ¡Allí la envidia, aquí la generosidad, no lejos el mando, más allá el servilismo, claros embriones de egoísmo en todas partes!
Palabra del Dia
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