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Actualizado: 8 de junio de 2025


Por muestra de los escudriñado se acompañan algunos de los estudios especiales del señor Fernández Duro, y de las interpretaciones, difíciles con que el lápiz del Sr.

Notable fué el sentimiento del P. Provincial viendo desvanecidos medios tan eficaces para el intento; mas no por eso desistió abandonando la empresa, y así, pasado el año siguiente á la visita del colegio de Tarija, ordenó al Padre Juan Patricio Fernández que fabricase algunas canoas en las riberas que se creía eran del río Paraguay, enviase por allí al P. Miguel de Yegros, con el hermano Enrique Adamo, á la Asunción, acompañándoles los Xarayes prácticos del río y valientes vogadores.

Defectos que se maman con la leche, que se respiran en el seno de las familias... ¿que yo? ¡Ah no, P. Fernandez! exclamó impetuosamente el joven; usted no ha querido profundizar el tema, usted no ha querido mirar al abismo por temor de encontrarse allí con la sombra de sus hermanos. Lo que somos, ustedes lo han hecho.

En esto transponíamos las puertas del Casino, y yo observé que el portero era tuerto. «¡Qué coincidencia! exclamé . Este portero tuerto, aquí donde se juega tanto dinero... ¿Es que habrá todavía en San Sebastián una crónica por hacerPero Fernández Flórez ya había hablado también del portero tuerto...

¿Cuándo te vas? ¿Mañana? No podré ir a decirte adiós.... ¿Te vas a caballo? ¡Cuidado, niño! Mira que esos animalitos hacen de las suyas el mejor día. Pero, en fin, si sales tan jinete como tu padre, no hay que temer por .... Cuando llegué a mi casa, a eso de las siete, me entregaron una carta del señor Fernández: «Mañana, decía a las seis en punto irá por usted mi caballerango.

Más de cuarenta años habían transcurrido desde la muerte de doña Mencía. Gonzalo Fernández de Córdoba se hallaba de paso para Granada en la ciudad que se honra con darle su nombre por apellido.

¿Qué persecuciones ha tenido usted que sufrir? preguntó el P. Fernandez levantando la cabeza; ¿no le he dejado á usted espresarse libremente en mi clase? Y sin embargo, usted es una escepcion que, á ser cierto lo que dice, yo debía corregir, para universalizar en lo posible la regla, ¡para evitar que cunda el mal ejemplo! Isagani se sonrió.

Entendió el capitán Diego Fernández las palabras y el traidor propósito de los forzados y cayendo sobre ellos, porque el cómitre había muerto atravesado por una flecha, mató con su espada a cinco de los más rebeldes y furiosos.

Le dejé una carta del señor Fernández, en la cual le consultaba no qué acerca de las enfermedades de Pepillo, y me fuí en busca de Andrés hacia su tenducho de «La Legalidad». El pobre viejo se olvidó de sus marchantes, saltó por encima del mostrador, y corrió hacia mi, abriendo los brazos.

Tomó Fernández las doce onzas, y no extrañó que en un país donde cada 1833 años no hacen más que uno, doce onzas hagan tres mil reales.

Palabra del Dia

lanterna

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