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Actualizado: 4 de julio de 2025
Yo no propongo tal acusación, me limito a presentarla como lógica consecuencia que se sacaría, siguiendo el método empleado por un prelado hablando nada menos que a sus sacerdotes, en una pastoral destinada a marcar una orientación en la mentalidad de su clero y de sus feligreses.
Entonces nuestro héroe pudo contemplar una figura más alta que baja, esbelta y airosa, un pecho subido y pronunciado que, digámoslo en menoscabo de su pureza, no fue lo que menos impresión le causó desde el principio. Al llegar al Ofertorio, el cura se dispuso a predicar a sus feligreses.
D. Isidoro José de Herrera, en quien en competencia se admiraban con un gran juicio, una profunda sabiduria, y una acrisolada fidelidad, exhortaba á sus feligreses á la mayor constancia, y á que no manchasen su honor con el feo tizne de la deslealtad.
No sé lo que diría a esto el cura de mi pueblo; pero llevo corrido ya mucho mundo y tratados muchos hombres, y a mi experiencia me agarro. Lo que Simón ignoraba con respecto al señor cura, lo sabemos nosotros. Cuando alguno de sus feligreses le decía: ¿Sabe usted, don Justo, que Simón se va saliendo con la suya?..., ¿que ya es hombre rico?
Porque es lo cierto que aquel hombrazo tan soso de palabra y tan pobre de recursos en la tertulia de mi tío; algo más agradable y suelto oficiando en la iglesia, donde hablaba desde el altar mayor bastante al caso y a la medida del entendimiento de sus rústicos feligreses, en las alturas de la montaña no se parecía a sí propio.
En ocasiones, las voces son tan altas, que el cura se ve en la precisión de salir a imponerles silencio. Con tal motivo, les pronuncia siempre un discurso, en que los llama, entre otras cosas, escribas; pero los feligreses recalcitrantes no se dan por ofendidos, y reciben las pedradas del pastor bajando la cabeza con sonrisilla irónica.
Porque han de saber ustedes prosiguió después de volver a su asiento , que este periódico ha sido excomulgado desde el altar por don Ventura en misa mayor, con encargo muy encarecido a sus feligreses, de que destruyan cuantos ejemplares lleguen a su poder o vean en el de sus deudos o amigos... Es el demonio el tal Maravillas. ¡Lo que él ha revuelto hoy!
El párroco don Ventura, después de leer dos proclamas de casamiento y de anunciar las fiestas de la semana, cogió otro papel que a prevención tenía sobre la mesa del altar; reclamó con mucho encarecimiento toda la atención de sus feligreses, y comenzó a leerle, en voz recia, pero alterada por una gran emoción.
Mas cuando llegó la época fijada para la excursión, a presencia de toda la tertulia tomó el puñado de plata del cajoncito donde se guardaba y se lo entregó al cura de Nieva para que lo repartiese entre los feligreses que más lo necesitaran.
Esta fornida guisandera, un tanto bigotuda, alta de pecho y de ademán brioso, había vuelto la casa de arriba abajo en pocas horas, barriéndola desde la víspera a grandes y furibundos escobazos, retirando al desván los trastos viejos, empezando a poner en marcha el formidable ejército de guisos, echando a remojo los lacones y garbanzos, y revistando, con rápida ojeada de general en jefe, la hidrópica despensa, atestada de dádivas de feligreses; cabritos, pollos, anguilas, truchas, pichones, ollas de vino, manteca y miel, perdices, liebres y conejos, chorizos y morcillas.
Palabra del Dia
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