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Actualizado: 4 de julio de 2025
Por este tiempo los pastores ó curas de Yapeyú, atemorizados de los anuncios amenazantes, se disponian á huirse del pueblo, é irse á los reales de los Españoles: pero fué en vano, porque sus feligreses los guardaban ó custodiaban con diligencia.
Lo que quiero decirle, señor profirió la hija de Osuna con audacia, serenándose de pronto bajo el impulso de la exaltación, es que teníamos en esta villa un coadjutor celoso, modelo de abnegación, de mansedumbre, de actividad, que había logrado a fuerza de inmensos sacrificios inspirar devoción y piedad a muchos que jamás las habían sentido, que sin violencia ninguna había puesto en orden la parroquia y devuelto a Dios lo que le pertenecía... Pues bien, he sabido... hemos sabido con dolor los feligreses todos, que en vez de dejarle en el cargo que desempeñaba interinamente, Su Ilustrísima se lo ha dado a otra persona...
Daba consistencia á esta idea el gran interés que el físico, como se decía en aquellos tiempos, manifestó desde el principio por el joven eclesiástico, á quién se apegó como uno de sus feligreses; y á pesar de la reserva natural de aquel, trató de ganarse su amistad y su confianza.
Mas sus feligreses, oponièndose otra vez, como lo habian hecho en otras ocasiones, decian que ellos no sufririan que se le quitasen del todo, hasta tanto que ellos recibiesen los preceptos de la boca del P. Provincial, y que le pudiesen proponer las razones que militaban por la parte contraria. Se frustró, pues, por tercera vez el proyecto.
En una de las algaradas de éstos, el padre San Agustín, irritado por los daños causados á sus feligreses, los persigue derrotándolos en sus mismos pueblos, que fueron saqueados y destruídos; siendo aquella la primera vez que los españoles llegaran hasta la laguna.
El molino se hizo, y mis feligreses comen hoy pan de trigo y de maíz. De esta manera he logrado abolir para siempre esa horrible tortura que se imponían las pobres mujeres, moliendo el maíz en la piedra que se llama metate; tortura que las fatiga durante la mayor parte del día, robándoles muchas horas que podían consagrar a otros trabajos, y ocasionándoles muchas veces enfermedades dolorosas....
Poco: diré a Vd. francamente, soy yo quien no gusto de comer carne; y como mis pobres feligreses se han acostumbrado por simpatía a amoldarse a mis gustos, ellos también van quitándose la costumbre, sin que por eso les diga yo sobre ello una sola palabra. Por eso verá Vd. también en el pueblo relativamente pocas aves de corral.
No pondría sitio. Enviaría un parlamentario al enemigo para hacerle salir de la plaza. Si el enemigo caía en el lazo, si pasaba el río de la Prudencia y se ponía bajo los fuegos del desfiladero de la Audacia... En el capítulo siguiente veréis, ¡oh amados feligreses!, lo que pasó. Capítulo XIII ¡Cursilona!
Dimmesdale, así como las damas casadas y las jóvenes y bellas señoritas, sus feligreses, le instaron para que se aprovechara de la habilidad del médico, que tan generosamente se había ofrecido á servirle. El Sr. Dimmesdale, rehusó con dulzura sus instancias. No necesito medicina, dijo.
Si no la virtud y el respeto á su estado, aquel amor desgraciado le salvó de los abismos en que caen los curas regulares y seglares en Filipinas. Dedicóse á sus feligreses por deber, y por aficion, á las ciencias naturales.
Palabra del Dia
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