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CLEOPATRA. No, no merece la pena; no tenemos miedo de vuestro acero. Pero acercaos, no temáis; no os morderé. ¡No sois muy valiente que digamos! Ayer, cuando nos arrancasteis brutalmente de los brazos de nuestros maridos, no erais tan tímidos... ¡Os digo que os acerquéis! ESCIPIÓN. Me felicito, señora... CLEOPATRA. ¡Calla! ¿Os felicitáis?

Reconociéndome al punto, llegose a , y con la mayor afabilidad me saludó y felicitó por mi rápido adelantamiento en la carrera de las armas, de que ya tenía noticias. No nos habíamos visto desde mi aventura famosa en el palacio del Pardo. Yo le encontré bastante desfigurado, sin duda por recientes enfermedades y molestias.

Verdad que siempre fue una maravilla en estos particulares; pero así y todo, cabe mejorarse, y bien sabe usted lo que influyen en el aspecto de las cosas la distancia, la clase y el punto de la luz que las ilumina. «Al fin», me digo yo en estos casos, «la largueza de mi incomparable amigo halló su merecido premio; ya tiene la joya un empleo digno de su gran valor.» Y entonces, amigo mío, no me remuerde la conciencia por ser dueño de lo que no merezco, y hasta me felicito de no haber opuesto mayores resistencias que las que opuse a la rumbosa dádiva de usted. ¡Bien empleada está ahora!

Los dos se miraron, él con estupor, ella con cólera. Me has dado, por cierto, muy exactas noticias ... Te felicito ... Parece que Mauricio y él no han cesado de verse en su vida. ¿Quién era el que les espiaba por encargo tuyo? El portero del señor Aubry. Pues te ha robado el dinero y se ha burlado de ti. ¿De quién fiarse entonces? De mismo, y esto á condición de no ser un mentecato.

Allá se fue también Mesía, accediendo a los ruegos de su amigo el ex-regente. Veinte días después volvían los tres juntos a Vetusta; Benítez felicitó a la Regenta por su notable mejoría; ahora si que estaba la salud asegurada; ¡qué color! ¡qué morbidez! ¡qué sólidamente robusta volvía!

No soy un diablo malo; soy un buen chico... ¡Dios mío!... tengo defectos... ¡los he tenido siempre!... he sido loco para las mujeres lindas... ¡eso no puedo negarlo! pero es esa precisamente la prueba de que uno tiene buen corazón. Por otra parte, véome ya en el puerto... y me felicito de ello, porque, entre nosotros, comenzaba á fatigarme.

Principió mostrando un asombro irónico de que aun hubiera quien dejase las vanidades del mundo para escuchar la palabra de Dios y felicitó calurosamente a los fieles que habían acudido a tomar parte en la novena del Sagrado Corazón de Jesús.

El concejal estaba tan conmovido que apenas pudo murmurar algunas palabras de gracias. Salió de la estancia casi a rastras. Una vez en la calle, Pepe le felicitó calurosamente y le anunció que aquella firmeza daría buenos resultados. Pero él acogió las enhorabuenas con marcada frialdad.

D.ª Fredes le miró con indulgencia y respondió que aunque se viese en la miseria jamás enajenaría al extranjero esta gloriosa colección. Con lo cual respiró libremente la tertulia. Se la felicitó calurosamente por su desinterés y patriotismo. Mario se había hallado en bastantes tertulias de todas clases, pero jamás viera una que se pareciese remotamente a la presente.

Junto á vos he tendido muchas veces mi arco en Romorantín, La Roche, Maupertuis, Auray, Nogent y otros lugares. Y yo me felicito de verte, y darte la bienvenida al castillo de Morel. Mi mayordomo os proporcionará en él buen lecho y buena mesa á y á tus compañeros. Espera, arquero; , me parece recordar tu rostro, aunque ya no puedo fiarme de mi vista como antes.