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Otros hacían grupos para oír al viajero que contaba lo que venía de ver en la tierra brava de los zapotecas, donde había otro rey que mandaba en los templos y en el mismo palacio real, y no salía nunca a pie, sino en hombros de los sacerdotes, oyendo las súplicas del pueblo, que pedía por su medio los favores al que manda al mundo desde el cielo, y a los reyes en el palacio, y a los otros reyes que andan en hombros de los sacerdotes.

Hubiera rogado al Conde de Essex que le ayudara al efecto, si no estuviera cohibido por la consideración de los muchos favores recibidos. La celebración del Capítulo era el día primero del año próximo; la nota de las prendas y de su valor, pedida por curiosidad al sastre de S. M., adjunta .

Recíbenle con grandes agasajos en la corte imperial, y aprueban todos su proyecto de defender la inocencia de la Duquesa. Encuentra también en la corte al conde Ricardo, que le había salvado la vida poco tiempo antes; contrae con él una estrecha amistad, que se consolida con nuevos favores que le debe, y por el lazo aún más fuerte del amor, que concibe por una hermana del Conde.

Nada hubiera logrado, sin embargo, sin la astucia de su amigo el canónigo. Aquel aconsejado viaje por las montañas, lleno de sustos y peripecias, le conquistó, si no el amor de su esposa, por lo menos sus favores. En los dos primeros años de matrimonio Amalia hizo una vida retraída, sin salir apenas del churrigueresco palacio de la calle de Santa Lucía.

Aquellos disgustos los merecía por tener buen corazón, por meterse a hacer favores, y tal convicción sabía infundir a sus víctimas el demonio del hombre, que cuando llegaba el embargo y la apropiación del campo o de la casita, aún decían con resignación muchos de los despojados: El no tiene la culpa. ¿Qué había de hacer el pobre si le obligaban?

Aunque el diputado natural esté en la oposición, conserva el distrito por dos razones. Es la primera porque, si bien los electores le ven caído, guardan la esperanza de que pronto volverá a encumbrarse, mandarán él y los de su partido, y lloverán entonces los favores.

Empezó a concederle esos pequeños favores, que son casi siempre el preludio del completo abandono.

Allí explica el ingenioso, sutil y elocuente Pedro Bembo cómo se complace y cuánto goza el amante en la contemplación de la mujer amada, viéndola, oyéndola y hasta mereciendo de ella ciertos delicados e inocentes favores, entre los cuales pone el de abandonar por largo rato en las manos de él las manos de ella, y hasta el de dar y recibir, con mero contentamiento espiritual y sin sensualidad alguna, besos en la boca, a fin de que allí acudan las almas y se unan y compenetren, como cuentan que le sucedió a Platón con su amiga, que hubo de ser la linda Arqueanasa.

Esotra es la Lisonja, vestida a la francesa de tornasoles de aguas, y lleva en la cabeza un iris de colores por tocado, y en cada mano cien lenguas. Aquella que la sucede, vestida de negro, sin oro ni joya, de linda cara y talle, que viene llorosa, es la Hermosura: una dama muy noble y muy olvidada de los favores de su ama.

He tenido la desgracia de hacerle un favor contestó Ignacio , y desde entonces.... ¡Oiga! ¿A eso llama usted desgracia? Pues muy desgraciado está usted siendo desde esta mañana, porque me hizo usted cien favores ya. Sonriose Artegui de nuevo y miró a la niña. No consiste la desgracia dijo en hacer el favor, sino en que se lo agradezcan a uno tanto.