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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Aquella tarde sólo estábamos dos en el faro: un compañero llamado Tchéco y yo... Los demás estaban en tierra, enfermos, con licencia, no recuerdo bien... Habíamos concluido de comer, muy tranquilos... De repente mi camarada deja de comer, me mira un momento con unos ojos pícaros, y ¡cataplum! se cae encima de la mesa, con los brazos adelante.

Desde que entré en la desgraciada ciudad, a la emoción producida por el espectáculo del reciente desastre se agregaba la que yo sentía por asuntos de mi propia cuenta, y por la supuesta proximidad a quien era el faro de mi vida. Así es que luego que el Conde y los de la comitiva nos arreglamos en una de las mejores posadas, salí con objeto de buscar la casa de la Sra.

Para el corazón atribulado que tiembla y espera, los tiempos no han variado, y en medio de la obscuridad de la noche, la que llora y ruega ve en el faro el altar y el mismo Dios. G

La conducta de Machín la dejó asombrada, y la muerte de Agapito la impresionó por el pesar que produciría a Genoveva. Mary y yo fuimos los encargados de comunicar a la muchacha la triste noticia. Vino con nosotros una hermana de Agapito, que estaba sirviendo en Lúzaro. Al llegar al faro, Genoveva salió a abrirnos, y al vernos a los tres comprendió rápidamente lo que pasaba y se alejó llorando.

Por el espacio pasaba junto a con perezoso vuelo un gran pajarraco: era el águila que acudía a guarecerse a la torre... Las brumas del mar subían poco a poco. Bien pronto veíase tan sólo el blanco festón de la espuma alrededor de la isla... De pronto, por encima de mi cabeza, surgía una gran oleada de plácida luz. Estaba encendido el faro.

Desgraciadamente había mar gruesa y de fondo: por más que llamé y llamé, nadie acudió... Y yo a solas en el faro con mi pobre Tchéco, ¡sabe Dios hasta cuándo! Yo confiaba poder tenerlo conmigo hasta la llegada del barco; pero a los tres días era aún completamente imposible... ¿Cómo arreglármelas? ¿Llevarle fuera? ¿Enterrarlo? La roca era sumamente dura; y hay tantos cuervos en la isla!

El horizonte circular que se abarcaba desde aquel punto culminante de la costa, aun sin apartarse del pie de la torre, ofrecía una grandiosa sorpresa en una zona tan pobremente accidentada que no presenta casi en ninguna porción de ella ni contornos ni perspectivas. Recuerdo que un día Magdalena y el señor De Nièvres quisieron subir a lo alto del faro. Hacía viento.

Todo esto allí, al alcance de la mano; y fuera de allí, la familia de Neluco en Robacío; en Promisiones, el hidalguete mi consanguíneo, y más allá, dominándolo todo y alzándose sobre todo como un faro de poderosa luz, la figura escultural del caballero de la torre de Provedaño.

A tientas cerraba el grueso portón y corría las barras de hierro; después, y siempre a tientas, subía una escalerilla de fundición, que retemblaba y sonaba con mis pasos y llegaba a la cúspide del faro. Por supuesto, allá que había luz.

No puedo decirle a usted hasta qué punto resultaba extraordinario aquel espectáculo de la inmensidad dos veces repetida, de extensión doble por lo tanto, tan alta como profunda vista desde la plataforma del faro, ni es tampoco descriptible la emoción que a todos nos embargaba.

Palabra del Dia

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