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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Naturalmente, los locales exageraban la nota, recargaban el cuadro; sus títulos acostumbraban ser por este estilo: El Vigilante Federal, órgano de la democracia republicana federal-unionista; El Representante de la Juventud Democrática; El Faro Salvador del Pueblo Libre.

Y, sin embargo, ese faro es la única luz que resplandece en aquel mar: todo el que se desvíe de Cordouan empujado por el viento Norte, corre peligro; también es fácil se aparte de Arcachón. Ese mar es tan terrible como tenebroso; de noche, no se divisa una sola señal que guíe al navegante, ni hay un solo punto de abrigo.

Los besos que tan profundamente le turbaban tenían algo más que la caricia de la mujer: era el perfume embriagador y malsano de todas las corrupciones y locuras de la tierra; el olor concentrado de un mundo que había corrido loco hacia su belleza como los pájaros nocturnos se agolpaban a la luz del faro.

No veo nada, repliqué. Pues porque no ve V. nada, es por lo que dije que D. Luís no encendía el faro, y el faro, hijo mío, no es más ni menos que un farol que se cuelga en aquella ventana, que como V. ve corresponde con el puerto.

El, periódico lo arreglaría todo. ¡Ay del que se rebelara contra las reclamaciones de la prensa! En el estanquillo de doña Rafaela, de la calle de San Florencio, donde se reunían algunas honradas matronas de la vecindad con las cuales gustaba conversar algún rato, entregado a los palillos, también le hablaron del Faro. Allí se fijaban preferentemente en el folletín.

Después, cuando nos íbamos a acostar, entrábamos un momento en la habitación del fondo, hecha un revoltijo de cadenas, grandes pesas, depósitos de estaño, calabrotes, y allí, a la luz del candilejo, el torrero escribía en el gran libro del faro, abierto constantemente. Media noche. Buque a la vista por el horizonte. Mar gruesa. Tempestad.

Pronto vendrá la barbarie. Las tinieblas de la ignorancia cubrirán el mundo. Yo seré, desde entonces hasta que aparezca la aurora de una nueva y tal vez más rica civilización, faro luminoso que alumbre y guie al humano linaje. MARINO. Reconozco la importancia de tu vida y de tus obras. Pero, concretándonos al caso singular de tu venida a Byzancio, ¿qué es lo que a ello te mueve?

El monte de Santa Rosa. La atalaya. El reloj de Agaña. Faro original. Vida en Marianas. Casas, huertas, cultivos, ríos. Vegetación de Oriente. El árbol del pan, y el dug-dug. Cageles. La isla de Pagan. Riqueza perdida. Desconocimiento del país. Reputaciones usurpadas. En tierra de ciegos.. Hormigas coloradas y ratas. Los caballos y las auroras.

La redacción del Faro creía que «había sonado la hora de romper definitivamente con las doctrinas del pasado». Sarrió deseaba con afán emanciparse de la rutina y de las ideas mezquinas, «romper los moldes estrechos en que yacía aprisionado» y «entrar de lleno en el dominio de su propia conciencia y de sus derechos». «Hacemos votos decía el articulista por que la aparición de nuestro periódico coincida con un período de actividad moral y material, y podamos asistir a una de esas transformaciones sociales que forman época en los anales de los pueblos.

No les faltaban motivos para opinar así, ¡porque eso de encerrarse en el faro!... ¡Y ellos, que encuentran tan largos los días, y son tan felices cuando les llega el turno de bajar a tierra!... En la buena estación, gozan de gran ventura todos los meses. Diez días de tierra firme por treinta de faro: así lo prescribe el reglamento.

Palabra del Dia

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