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Actualizado: 28 de mayo de 2025


La hormiga es en realidad un ladrón y la pobre cigarra una víctima. Supo describir con exactitud el carácter del lobo, del zorro, del gato y otros animales protagonistas de sus historias. Los había visto de cerca, eran de su país. En todas las latitudes del mundo hablan las gentes de la cigarra á causa de la fábula, y sin embargo, son muy pocos los que han visto cigarras.

Al lado de árboles bien crecidos, de aspecto soberbio y porte majestuoso, hay grupos cuyas extrañas formas evocan en la imaginación los monstruos del sueño ó de la fábula. Mucho más semejantes unas á otras son las hayas, que también gustan de asociarse y formar bosques, como los castaños.

Las invenciones son ingeniosas é interesantes; la fábula se desenvuelve con rapidez y animación, ofreciéndonos situaciones dramáticas de extraordinario efecto; su gracia es inagotable, y el diálogo, en lo general, fácil y natural, aunque en algunas escenas no libre de hojarasca culterana, cuando remonta algo su vuelo.

Don Juan, perseguido por la justicia á causa de la muerte de su rival, ruega al padre de Doña María, amigo del suyo, que le conceda un asilo en su casa, escondiéndose en una habitación oculta para escapar más fácilmente; pero Don Diego es pariente del difunto y debe vengar su muerte; Don Luis es causante también de mayor discordia por sus celos de Don Diego, y por las sospechas que tiene de su hermana y de Don Juan; en una palabra, los resortes contrarios que concurren en esta fábula, son tan numerosos, que parece imposible su conciliación; pero el poeta, gran maestro en el arte de desarrollar un argumento, combina de tal modo todos los hilos de esta urdimbre, que, cuando el enredo es más complicado y parece imposible su desenlace, nos presenta éste de repente de la manera más natural y satisfactoria.

D. José Caveda puede facilitar mucho el estudio analítico que conviene hacer antes de deducir conclusiones demasiado generales. ¿Quién ignora el orígen de la fábula de Leda?

Al cabo se averigua la causa verdadera de sus visitas al jardín; desaparecen los obstáculos que se oponían al enlace de ambos amantes, que estrechan felices sus manos, mientras se cantan estos versos: No son todos ruiseñores Los que cantan entre las flores. De igual índole es la fábula de Los ramilletes de Madrid.

No he visto ningún libro de caballerías que haga un cuerpo de fábula entero con todos sus miembros, de manera que el medio corresponda al principio, y el fin al principio y al medio; sino que los componen con tantos miembros, que más parece que llevan intención a formar una quimera o un monstruo que a hacer una figura proporcionada.

Yo no por qué el genio en Francia me recuerda siempre la fábula de Gulliver y de Liliput. Si él aparece, se le huye; si se duerme, se le montan encima, y cuando despierta, se encuentra agarrotado por los enanos. Lo que hay de cierto, es que este espíritu de creación nos era propio.

La García Gómez creyó reventar de dicha ante honra tan repentina, y miraba a todas partes, tan oronda y satisfecha entre aquellas dos grandes de España como la rata de la fábula en el queso de Holanda. María Valdivieso, con prudencia inusitada en ella, mordíase los labios para no soltar la risa.

Tomaremos el coche de Peralvillo, que es el que va más pronto. ¿No sabes la novedad que hay en el mundo? Pues ahora han inventado en Inglaterra unas máquinas para correr, un coche diabólico que va como el viento, y anda, anda.... No lo que anda; pero si hubiera uno desde Toledo a Madrid, iríamos en dos horas. ¡En dos horas! Eso es fábula. ¿Fábula? Me lo ha dicho D. Salvador, que lo ha visto.

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