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Actualizado: 26 de octubre de 2025
Era simpatía a su persona y respeto a su nombre. Valls no tenía más que una heredera, y además estaba enfermo: la exuberancia prolífica de su raza se había desmentido en él. Su hija Catalina había querido ser monja en la adolescencia; pero ahora, pasados los veinte años, sentía gran amor por las vanidades del mundo, y compadecía tiernamente a Febrer cuando hablaban ante ella de sus desgracias.
La música había cesado de tocar, y el cura aprovechó este silencio para expresarse con la exuberancia de un verboso falto de amistades que busca ocasión de esparcir su facundia.
Muchos hombres del país, que admiraban lo mismo que los orientales la obesidad femenil, considerando una exuberancia de carnes como el acompañamiento indispensable de toda hermosura, hacían gestos de indiferencia al escuchar los elogios que dedicaban algunos á la niña de Rojas.
Los endecasílabos, no rimados, desaparecen casi enteramente, y en cambio predomina el romance, que se usa también en el diálogo. La discreta enamorada y La dama melindrosa personifican esta clase. No es necesario advertir que Lope conserva hasta el fin de su carrera dramática la exuberancia y vivo fuego de su imaginación, y su habilidad para inventar y trazar los planes de sus obras.
Sabes le dije, con toda la exuberancia de mi alegría, la de Ribert tiene una carta... ¡Ah! dijo con voz apagada. ¿Y qué dice?... Nada preciso, pero hay muchas esperanzas... ¿Nada preciso?... ¿Seguramente?... preguntó en un tono violento y temeroso a la vez. Puesto que yo te lo digo respondí extrañada al ver aquel temor incomprensible. Nadie está más interesado que yo en creer otra cosa...
Búrgos, por lo que tengo entendido, no se hace notable sino por la exuberancia de dos objetos: los primores de arquitectura gótica y los mendigos. Yo estaba ya satisfecho de monumentos y hastiado de mendigos. Queria ver en la region castellana el movimiento social, y eso determinó mi itinerario.
Cuando volvía pensativo, en la dirección de Hyde Park, pasando por entre los grupos animados de la opulenta calle de Oxford, me decía con tristeza: «¿De qué sirve toda esta grandeza deslumbradora, si ella es el testimonio de un malestar profundo consistente en las mas crueles y dolorosas desigualdades? ¿Es esta la civilización? ¿Es este el progreso, ó es mas bien la decadencia? ¿Esta sociedad no está en peligro inminente de una descomposición completa? ¿Este coloso que se llama Inglaterra no está minado por su base?» No encontrando fácil solucion á tales problemas, y comparando á Lóndres con los pobres pueblos de Colombia me dije luego: «Nó! la civilizacion no es el refinamiento del bien y del mal, no es la exuberancia de prodigios, de invencíones y descubrimientos!
La esbeltez de los talles, la exuberancia de los bustos, todos sus encantos y atractivos, estaban realzados, favorecidos, expuestos, y como ofreciéndose con la premeditación de un arte seductor y diabólico.
En ese gran invernáculo parisiense, las virtudes y los vicios, lo mismo que los genios, se desarrollan con una especie de exuberancia y alcanzan el más alto grado de perfección y refinamiento. En ninguna parte del mundo se aspiran más acres venenos ni más suaves perfumes. En ninguna otra parte, tampoco, la mujer, cuando es bella, puede serlo más: ni cuando es buena, puede ser más buena.
Así, léjos de asombrarme la pretendida grandeza de la antigüedad egipcia ó de otras regiones, no veo en sus obras sino la demostracion de la exuberancia titánica de la barbarie, y la debilidad, que el curso de los siglos ha ido modificando con la sustitucion de la inteligencia á la fuerza, del arte espiritualizado, al simple remedo material de las cosas, de la fisonomia delineada y pura, á la masa enorme, fria y sin expresion.
Palabra del Dia
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