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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Las hachas subían y bajaban, abriendo profundo surco, en las muescas marcadas en los troncos. Volaban las astillas y cada vez que sonaba un golpe más fuerte, más certero, extendíase por la plaza un rumor de aprobación. El inmenso público adivinaba la marcha de los cortes sin necesidad de verlos.
Esta masa caótica de objetos de moda extendíase hasta el gabinete, invadiendo algunas de las sillas y parte del sofá, confundiéndose con las ropas de uso, como si una mano revolucionaria se hubiera empeñado en evitar allí hasta las probabilidades de arreglo. Dos o tres vestidos de la Sánchez, enseñando el forro, con el cuerpo al revés y las mangas estiradas, bostezaban sobre los sillones.
El benéfico influjo de la humedad había hecho crecer en el fondo de la cañada una gran masa de árboles rumorosos, poblada de pájaros. Un parterre de antigua jardinería, con muros de boj igualados a tijera, extendíase en torno del Caño Dorado, nombre de la fuente a la que venían a llenar sus cántaros las muchachas de las Carolinas.
Sentía vivos deseos de volver a ver a Cecilia, y llegué al castillo. Era un edificio hermosísimo, admirablemente situado: el parque extendíase hasta las orillas del Gave; desde las ventanas del salón se descubrían los ribazos del Jurançon, y en el horizonte, a una distancia de quince leguas, las montañas azuladas y las cimas blancas de los Pirineos.
Avanzando cautelosamente para no caer en alguna emboscada, el Capitán y Cornelio llegaron bien pronto al pie de las primeras rocas, y las escalaron con no poco trabajo, por ser muy escarpadas. Echaron una ojeada desde la cima a la vertiente opuesta. Extendíase ante ellos un pequeño llano ligeramente ondulado, con algunos grupos de árboles esparcidos acá y allá.
Sonó un chasquido como si se rompiese algo, y dos chorros de humo blanco comenzaron a surgir sobre el cuello del animal. Con la luz del sol no se veía el fuego, pero los pelos desaparecían chamuscados y una mancha negra extendíase sobre el pescuezo.
Hablaba riendo, como si quisiera cegar con el brillo de su dentadura a todos los papanatas que la contemplaban de lejos. Por todo el mercado extendíase un rumor de curiosidad, un zumbido de admiración y escándalo, al ver frente a frente, a la faz de toda la ciudad, hablando con sonrisa de buena amistad al diputado y la cantante.
Extendíase á la diestra mano una deliciosa huerta plantada de naranjos y limoneros, entre cuyas oscuras y apretadas copas, erguíanse, balanceando sus ligeros penachos, las esbeltas palmeras y los melancólicos cipreses, con mucha copia de otros árboles y arbustos preciosos y raros traidos de allende los mares, entre los que descollaban gigantescos zapotes, plantados á lo largo de la margen del rio, hasta la jurisdicción exenta de San Juan de Acre; y además, mil variadas suertes de odoríferas plantas, que embalsamaban el aire con suavísimos perfumes.
Una especie de loggia a la italiana, con cinco arcos sostenidos por delgadas columnas, extendíase a la terminación de la escalera, abriéndose en sus extremos las dos puertas que daban acceso a las dos alas superiores del edificio.
Extendíase al frente el prado, verde, risueño, lleno de luz y de alegría, con una fuentecilla alegre y bullidora que por cuatro caños murmuraba; a la izquierda, alzábase la majestuosa mole del Colegio, adelantando el soberbio pórtico de su iglesia como adelantaría un soldado de Cristo el fuerte brazo mostrando un crucifijo, elevando la grandiosa cúpula como elevaría al cielo la frente, buscando allí la fortaleza, el impulso, la luz.
Palabra del Dia
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