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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Cubiertos de tiernos trigos se extendían en planicie de un verde pálido, cortados bruscamente por el muro sombrío y adusto de la sierra. Cuando nos acercamos a la ciudad, me sentí impresionado vivamente por la grandeza de sus recuerdos. Aquel montón de casas que se alzaba pardo y melancólico entre el río y la montaña había sido la gran ciudad del Occidente, la capital del mundo civilizado.
La pared del parque había terminado; de ese parque, cuyos rincones todos eran familiares al anciano cura. El camino seguía ahora las orillas del Lizotte, y del otro lado del pequeño río, se extendían las praderas de las dos granjas; después, más allá, elevábanse los altos bosques de la Mionne. ¡Dividida!... ¡la propiedad iba a ser dividida!
Ya se apoyaba en la mesa sobre el codo izquierdo, ya el sobaco derecho montaba sobre el respaldo de la silla, como si esta fuera una muleta, ya en fin, las piernas se extendían sobre la mesa cual si fueran brazos.
Mientras tanto, iba acercándose la noche; sus tonos grises se extendían por los atrincheramientos y por el abismo, envolviendo en el misterio aquellas horribles escenas. La gente iba y venía entre los despojos de la batalla sin reconocerse. Materne, después de haber secado la bayoneta, llamó a sus hijos con voz ronca. ¡Eh! ¡Kasper! ¡Frantz!
En la expedicion del año de 1746 para examinar la costa &a. entre el Rio de la Plata y el estrecho de Magallanes, no se examinó la boca de este rio, porque aunque instaron al capitan de navio á que diese las disposiciones necesarias para ello, no hizo caso, ni tomó razon alguna cuando se acercó á su latitud, diciendo en defensa de su conducta: "Que sus órdenes solo se extendian á ver si habia algun puerto capaz de una colonia, cerca ó no muy lejos de la boca del estrecho de Magallanes, donde pudiesen abastecer sus navios en su pasage al mar del sur.
Nunca había dicho más, acompañando con la misma exclamación de su confuso pensamiento hacia Dios las alegrías y los dolores. Pep había dado varios tientos al jarro de vino, lleno del zumo sonrosado de las mismas parras que extendían un toldo de pámpanos ante el porche.
Los naranjos extendíanse en filas, formando calles de roja tierra, anchas y rectas como las de una ciudad moderna tirada a cordel, en la que las casas fuesen cúpulas de un verde obscuro y lustroso. A ambos lados de la avenida que conducía a la casa, extendían y entrelazaban los altos rosales sus espinosas ramas. Comenzaban a brotar en ellas los primeros botones anunciando la primavera.
Comenzó á vestirse el doctor, después de largos desperezos y una rebusca lenta de sus ropas, entre los libros y revistas que, desbordándose de los estantes de la inmediata habitación, se extendían por su dormitorio de hombre solo.
Ni las ventanas cerradas con todo esmero, ni las sendas cortinas que sobre ellas se extendían, eran dique suficiente para la luz, que vergonzantemente se colaba por los intersticios de las unas y la urdimbre de las otras. Pero esta luz apenas tenía fuerza para mostrar tímidamente los contornos de los objetos más próximos á las cortinas.
¿Qué podría él hacer? Quedó callada, contemplando por la abierta ventana, sin objeto ni interés, los anchos prados que se extendían delante de su vista, nebulosos y silenciosos en medio de la obscuridad del crepúsculo. ¡Puede dijo en voz baja y cortada, puede decir al mundo la verdad! ¿Qué verdad?
Palabra del Dia
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