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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Reginaldo veíase obligado algunas veces a quedarse en la ciudad por las exigencias de su negocio; de modo que frecuentemente residía solo en la vieja casa revestida de verde hiedra, teniendo a mi lado a Glave, mi sirviente, para que me atendiera.
Adaptábase pues la basílica antigua á las principales necesidades del culto cristiano; pero es claro que cuando la iglesia se alzaba de nueva fábrica, al reproducir en su planta general la forma de aquellos edificios tan cómodos y apropiados, habia de procurar el arte satisfacer además otras exigencias.
Alberto, advertido de antemano por Amaury para que accediese a todas las peticiones de la parte contraria, aunque rayaron en exigencias, se avino desde luego a todo, sin oponer más objeciones que las que son de rigor en tales casos. Convinose, pues, en que el encuentro se verificaría a espada y con las propias armas de Felipe, dos espadas militares magníficas.
Haciéndole rabiar gozaba más que divirtiéndose ella. Ya se aplacaría el tirano, pronunciando un par de buenos sermones, y si no se aplacaba, mejor. Estaba cansada de tan grande y molesto estafermo, y bien podía suceder que no haciendo caso de sus insufribles exigencias llegase a dominarle y someterle. Para fundar este imperio convenía un golpe de Estado.
Estaba harto de saltar en el baile y de mostrarme amable y de soportar exigencias a propósito de los «hornpipes». Y todavía tenía que bailar con la señorita Gunn dijo Godfrey aprovechando el subterfugio que su tío le había sugerido.
Esta brillante panoplia no servía de simple ornato, sino que el Gobernador se la había endosado más de una vez, especialmente á la cabeza de un regimiento en la guerra contra los indios, pues aunque por estudios y profesión era un abogado, las exigencias del nuevo país habían hecho de él un soldado y un Gobernante.
Los reyes godos en su corte no eran más que figuras decorativas, a las que se ensalzaba o se deponía según las exigencias del momento. La nación era una República teocrática, y el verdadero jefe el arzobispo de Toledo.
Y Elisa además hacía de suerte que, cediendo a todas las exigencias de la moda voluble, adoptando todas sus mudanzas en vestido y peinado, conservaba siempre inalterable, inmutable, la traza material de su persona, como la figura que en el troquel de acero está grabada. El tiempo mismo parecía haberse parado para ella desde hacía ocho años.
Ya lo tenía resuelto cuando recibió una tarjeta en que Julián le anunciaba que por exigencias de un negocio marchaba a Barcelona, donde pasaría dos meses. «Esas tontas pensó Emilia no saben lo que se pescan. Si este hombre hubiese puesto en mí los ojos, o no se marcharía o hubiese venido a despedirse.» En aquellos dos meses no la escribió una sola carta.
De nada de esto se habrán olvidado, porque el Muelle de las Naos, efecto de su libérrimo gobierno, ha sido siempre, para los hijos de Santander, el teatro de sus proezas infantiles. Allí se corría la cátedra; allí se verificaban nuestros desafíos á trompada suelta; allí nos familiarizábamos con los peligros de la mar; allí se desgarraban nuestros vestidos; allí quedaba nuestra roñosa moneda, después de jugarla al palmo ó á la rayuela; allí, en una palabra, nos entregábamos de lleno á las exigencias de la edad, pues el bastón del polizonte nunca pasó de la esquina de la Pescadería; y no sé, en verdad, si porque los vigilantes juzgaban el territorio hecho una balsa de aceite, ó porque, á fuer de prudentes, huían de él. Esta razón es la más probable; y no porque nosotros fuéramos tan bravos que osáramos prender á la justicia: es que sobre ésta y sobre nosotros mismos, medio aclimatados ya á aquella temperatura, estaba el verdadero señor del territorio haciendo siempre de las suyas; el que intervenía en todos nuestros juegos como socio industrial; el que pagaba, si perdía, con el crédito que nadie le prestaba, pero que, por de pronto, ganaba cuanto jugábamos; el que con sólo un silbido hacía surgir detrás de cada montón de escombros media docena de los suyos, dispuestos á emprenderla con el mismo Goliat; el que era tan indispensable al Muelle de las Naos como las ranas á los pantanos, como á las ruinas las lagartijas; EL RAQUERO, en fin.
Palabra del Dia
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