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Actualizado: 24 de junio de 2025


A que él satisfizo, diciendo: «El Señor, que ayer me diste, me ha librado y esta noche arrojé fuera todo el malValiéndose de este caso, exhortó el Misionero á aquellos nuevos cristianos á perseverar en el bien comenzado y á amar á Dios, que con tal milagro manifestaba cuánto le agradaban sus fervores.

Tan profundas raíces habían echado en su ánimo la fe y la piedad, que el P. Lucas, y por su medio el Espíritu Santo, habían plantado en su corazón. Un amigo, compadecido de sus trabajos, le exhortó, que á lo menos en lo exterior, mostrase algún respeto á los demonios y les diese gusto, hablando al cacique para que les fabricase su iglesia.

Vino á darle el parabién de su perfecta mejoría Pou, cacique del lugar, con algunos de sus vasallos, y el ferventísimo P. Lucas, acordándose de la promesa hecha á Dios, trató luego de la empresa, y con cuantas razones le dictó el amor de Dios y del prójimo, le exhortó á que fuese su compañero en aquella empresa.

Pero le exhortó a que llevara con paciencia sus trabajos, pues no estaba obligado a menos un hombre de su fe y de su correa. A lo que contestó el enfermo, con toda la iracundia que pudo hallar entre el montón de sus propias ruinas: ¿Todavía te paez cosa de la mi paciencia, condenao?

Mandó antes de ponerla en práctica, juntar todos los vecinos que se quedaban, y animando sus espresiones cuanto pudo, les exhortó con viveza á que conservasen la mayor fidelidad á nuestro legítimo Soberano, y que se precaviesen de la sedicion y engaños del tirano: y dejando asegurada las pocas armas que tenia, para que no se apoderase de ellas el enemigo, marchó sin pérdida de tiempo hácia la Sierra, donde se mantuvo, hasta que adquirió noticia, de que despues de cometidos muchos estragos é infamias en la próvida de Lampa, y dejado secretamente la órden á sus propios provincianos, para que lo prendiesen y se lo entregasen, habia retrocedido inopinadamente hacia las provincias del vireinato de Lima, con las tropas que le seguian, reflexionando serian otros graves y semejantes motivos, los que retardaban el socorro que habia pedido á los corregidores de la Paz y Arequipa: y para restablecer en la debida obediencia las nueve provincias que habian abrazado el infame partido del rebelde, determinó pasar en persona á Arequipa, para acalorar las instancias, á fin de que se le auxiliase como lo habia pedido.

Hizo observar que, a su entender, aquel éxtasis más bien se parecía a una manifestación de Satanás, que a una prueba del favor divino, y exhortó a su amigo a que buscara si no ocultaba nada maldito en su corazón. Silas, sintiéndose obligado a aceptar la censura y la advertencia como un servicio fraternal, no tuvo ningún resentimiento.

Llamó, pues, un día á doce de los más fervorosos cristianos, y de igual ánimo en los peligros, y con gran copia de razones les exhortó á que quisiesen ser sus compañeros en aquella empresa, diciéndoles que en el cielo les daría Dios el galardón de lo que por su amor padeciesen; que debían procurar el bien de los otros y moverse á compasión de tantas almas oprimidas de la tiranía del demonio, de quien ellos, por la misericordia divina, habían sacudido el yugo; que no se espantasen de los trabajos y riesgos que se les ofrecían porque corría por cuenta del cielo el librarlos de ellos; fuera de que él sería el primero en exponerse á los peligros y ellos en su seguimiento vendrían pisando sus huellas; él tantearía primero los vados de los ríos, se arrojaría por los pantanos, echaría mano del hacha, y si osasen acometerlos los bárbaros, él se ofrecería á servirles de escudo.

Entonces el pastor, sacando un cuchillo del bolsillo, se lo mostró a Silas, preguntándole si recordaba dónde había dejado aquel cuchillo. Silas respondió que no recordaba haberlo dejado en otra parte más que en su bolsillo; sin embargo, aquella extraña interrogación lo hizo estremecer. Se le exhortó a que no ocultara su pecado, y que lo confesara y arrepintiera.

Estas noticias le avivaron el deseo de registrar aquel país y conocer á sus naturales; y así, no haciendo caso del riesgo de perder la vida, animó y exhortó á algunos de sus neófitos á que le acompañasen.

21 el cual transformará el cuerpo de nuestra bajeza, para ser semejante al cuerpo de su gloria, por la operación con la cual puede también sujetar a todas las cosas. 2 A Evodia ruego, y a Síntique exhorto, que sientan lo mismo en el Señor.

Palabra del Dia

lanterna

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