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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Dice Numancia, General prudente, Que consideres bien que ha muchos años Que entre la nuestra y tu Romana gente Duran los males de la guerra estraños, Y que por evitar que no se aumente La dura pestilencia destos daños, Quiere, si tu quisieres, acaballa, Con una breve y singular batalla.
La empleada respondió prorrumpiendo en una carcajada llena de juventud. ¿Mi jubilación? Gracias a Dios, amigo mío, estoy todavía fuerte y espero evitar durante algunos años el ser arrinconada. Sin duda... Pero es precisamente por eso... Estás joven y activa... No temes los viajes... Y, por otra parte, eres hija y madre de soldado... Explícate... Oye.
Hechas estas reflexiones y otras por el mismo orden, que, se omiten aquí para evitar prolijidad, Poldy, escribió una extensa carta, en papel muy fino para que abultase poco; tomó un retrato suyo, sin cartón, en el cual retrato estaba ella descotada y lindísima en su elegante traje de baile; lo incluyó todo en un sobre con fuerte forro de tela que cerró y selló con lacre; escribió encima: al incógnito poeta indio; agujereó la carta con un punzón; pasó una fuerte cinta al través del agujero; y así preparado todo, lo colgó al cuello de la cigüeña como si fuese la insignia de comendador de cualquiera ilustre Orden.
El pueblo había caído en la red, de la cual no le era dado salir, y fué víctima de largo y mortífero letargo, que penetró en todos los resortes de su existencia. No hay sofismas bastantes á evitar el fallo condenatorio, y las maldiciones que ha pronunciado la historia contra este tribunal execrable.
Quien primero descubrió el juego fue Valeria: comunicó a Susana la sospecha y trataron ambas de ponerse a la defensiva; mas por desgracia era tarde para evitar gran parte de los males que temían.
La conciencia es un áncora nó un faro; basta para evitar el naufragio de la inteligencia, nó para indicarle el derrotero. En los asaltos de la duda universal, ahí está la conciencia que no deja perecer; pero si le pedís que os dirija, os presenta hechos particulares, nada mas.
Hablaría a su marido enérgicamente. ¿A qué continuar toreando? ¿No tenían bastante para vivir?... Debía retirarse, pero inmediatamente; si no, ella iba a perecer. Era preciso que esta corrida fuese la última... Aun esto le parecía demasiado. Llegaba a tiempo a Madrid para que su marido no torease por la tarde. Le decía el corazón que con su presencia iba a evitar una desgracia.
Así es que la cáustica frase que bailaba en la punta de su lengua expiró en sus labios y se limitó a recibir una tímida excusa con altiva mirada, recogiéndose la falda como para evitar la proximidad de un ser contagioso. De regreso a la sala del colegio, sus ojos cayeron sobre las azaleas, presintiendo una revelación.
Unas, desabrochándose el corpiño, se hacían aire con el pañuelo de seda doblado; otras, tumbadas boca abajo, sostenían el cuerpo en los codos y la barba en las palmas de las manos; otras, sentadas a la turca, alzaban cuándo la pierna izquierda, cuándo la derecha, para evitar los calambres.
Es decoro una justa y decente continuacion de la materia, conviene á saber, dando á cada uno lo suyo, evitar las cosas impropias, usar de todas las legítimas, de manera que el siervo no diga ni haga actos del señor, y é converso; y el lugar triste entristecello, y el alegre alegrallo con toda la advertencia, diligencia y modo posibles, etc.
Palabra del Dia
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