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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Por esta causa, sin entender de qué se trataba, contestó humildemente: «Tiene usted mucha razón... pero mucha razón». «El hombre que como usted prosiguió don Evaristo , no se deja engatusar por las sabidurías modernas, está en disposición de hacer el bien, pero no el bien de cualquier modo, sino sublimemente ¡caramba!, mirando para el cielo, no para la tierra...».

En otro grupo se comentaba una gran fiesta dada últimamente. Mi sobrina Lucía preguntó: ¿Estuvieron las de García Nájera, Clotilde y Sofía? No entraron en el marcador respondió el joven Evaristo. Aludiendo al noviazgo fracasado de otra señorita, dijo Raúl, uno de los más frívolos de mis invitados: «Esa carrera no se corre».

Que D. Evaristo se moría pronto era cosa indudable: no había más que verle. ¿Qué iba a ser de ella, privada de la dirección y consejo de tan excelente hombre?... ¡Cuidado que sabía el tal! Toda la ciencia del mundo la poseía al dedillo, y la naturaleza humana, el aquel de la vida, que para otros es tan difícil de conocer, para él era como un catecismo que se sabe de memoria. ¡Qué hombre!

Creyeron los más que D. Evaristo se alborotaría con esto, pues siempre hizo alarde de libre pensador; mas con gran sorpresa de todos, oyó la indicación del modo más sereno y amable, diciendo que él tenía sus creencias, pero que al mismo tiempo gustaba de cumplir toda obligación consagrada por el asentimiento del mayor número. «Yo creo en Dios dijo , y tengo acá mi religión a mi manera.

Diéranle a ella un buen clavel, un nardo, una rosa de la tierra, y en fin, todas aquellas flores que ilusionan el sentido en cuanto uno se acerca a ellas... ¿Y qué tal nos encontramos esta tarde? dijo D. Evaristo inclinándose para verle la cara.

De tan terrible contingencia nos hemos librado merced al patriotismo de nuestro pueblo y al valor de nuestros soldados; pero ante todo, debemos dar gracias á Dios, que hizo tan cobarde á Evaristo Estenoz.

Con este sistema de cautela y recato, les iba tan bien que D. Evaristo no cesaba de congratularse. «¿Ves, chulita, cómo de este modo estamos en el Paraíso? Así se consiguen dos cosas, la tranquilidad dentro, el decoro fuera. ¿Qué necesidad tengo yo de que me llamen viejo verde? Y , ¿por qué has de andar en lenguas de la gente? Aquí tienes lo que yo te quería enseñar, ser persona práctica.

Aquel día comieron juntos; expansión que D. Evaristo se permitía algunas veces. Dijo ella que sabía poner unas judías estofadas a estilo de taberna, que era lo que había que comer.

Evaristo me habló también del hipódromo; criticó mucho que la pista de Palermo no tenga césped, como las pistas de París y de Londres.

En el bolsillo de la bata tenía medio duro, una peseta, y algunos cuartos, la vuelta del duro que dio a Papitos para que le trajera... no recordaba qué. Pues con aquel dinero tenía bastante. ¿Para qué más? ¿Y a dónde iría? A una casa de huéspedes. No... a casa de D. Evaristo... No, porque D. Evaristo la reñiría.

Palabra del Dia

hociquea

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