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Actualizado: 24 de julio de 2025
4 Y viniendo ellos a Jesús, le rogaron con diligencia, diciéndole: Porque es digno de concederle esto; 5 que ama nuestra nación, y él nos edificó una sinagoga. 6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estuviesen lejos de su casa, envió el centurión amigos a él, diciéndole: Señor, no te incomodes, que no soy digno que entres debajo de mi tejado;
Se pone carmín en las mejillas, se echa en la frente y en el cuello polvos de arroz, y se pinta de negro los párpados para que resplandezcan más sus negros ojos. Los esgrime de continuo, como si desde ellos estuviesen los amores lanzando enherboladas flechas.
Buscaba la tertulia de las personas serias, era amigo del alcalde y hablaba de la necesidad de que todas las personas pudientes estuviesen unidas para meter en un puño a la pillería. Ya le pica la ambición decía el viejo alegremente a su nuera. Déjale, mujer; él se abrirá paso... Así le quiero ver. Comenzó por entrar en el ayuntamiento y pronto adquirió notoriedad.
En esta situación de ánimo ocurrió un día la maldita casualidad de que, yendo Elisa a paseo en landó, al pasar por la Puerta del Sol a eso de las cuatro de la tarde, se interpusiesen unas mujeres distraídas y estuviesen a punto de ser atropelladas.
Este pueblo y visitas son, si cabe, más miserables que Catanauan y Mulanay: como están en el seno de Ragay y jamás se hacen en él el corso, andan los moros con la misma satisfacción que si estuviesen en Mindanao. El pueblo de Guinayangan, situado en lo último del seno de Ragay, al Poniente de Camarines, de donde dista unas 10 leguas, es el último por allí de la provincia de Tayabas.
Los hombres se miraban con torvo ceño, las mujeres pataleaban y chocaban las manos, con la mirada perdida en una estúpida vaguedad, como si la música les vaciase el cráneo. Las bailadoras ondulaban como serpientes erguidas. Tenían la boca apretada, la mirada dura, graves, altivas, inabordables, como bayaderas que estuviesen actuando en un rito sagrado.
Veía rojo, cual si sus ojos estuviesen inyectados de sangre. Escuchaba, como algo lejano que venía de otro mundo, el vocerío de la muchedumbre aconsejándole serenidad.
Entretanto por todo Agosto, Septiembre y Octubre, se reclutaban soldados en las ciudades de españoles y portugueses: pero en las nuestras no habia sino paz y quietud, y se proveia que, en tanto que se aquietasen las cosas, se despachasen para todas partes exploradores como en otro tiempo, y que estuviesen con mas vigilancia.
Llegó, pues, de vuelta de los Zamucos al pueblo de San Juan á 26 de Octubre de aquel mismo año de 1718 y luego participó las noticias de todo lo referido en este capítulo al Padre Visitador de aquellas Misiones, Juan Patricio Fernández, quien atribuyendo á singular misericordia de Dios y á los méritos y sudores del apostólico P. Zea que aquellos bárbaros estuviesen tan deseosos del santo bautismo y tan contentos y prontos á dejar sus tierras hizo luego despachar los dos Zamucos que trajo el P. Miguel de Yegros, con aviso al cacique de que se fuese con todos sus vasallos á las tierras de los Cucarates, porque en breve se partiría allá el P. Miguel con el hermano Alberto Romero.
El soldado se despidió tristemente de mí, diciéndome que aun pudiera tener esperanza dentro de los tres años, plazo necesario para que su visión pudiera repetirse, sin temer yo nada por la seguridad de los tesoros, pues estaban a salvo enteramente en tanto que estuviesen en su custodia.
Palabra del Dia
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