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Actualizado: 12 de octubre de 2025
Empezó a oír en su interior, repetida como un estribillo, la dulce frase murmurada por Julio, pocos días antes, junto a la iglesia de Nueva Pompeya: "Si a usted la pierdo, viviré sin vivir". Pero esta frase no llegaba todavía a conmoverla.
Todas estas y otras muchas llevaban un estribillo, que se repetía cientos y cientos de veces, y el cual era por este estilo: «Devotos, venid; devotos, llegar, que la Virgen María nos llama; su santo rosario venid á rezar.»
La canción era un conjunto de oraciones en verso, extravagantes, compuestas por los bogas y usadas siempre en todo novenario; y el estribillo, tan incomprensible en su lenguaje como enérgico en su entonación, se componía de una especie de cuarteta de versos de seis silabas.
Se detuvo en la esquina, aguardó algunos momentos y al cabo repitió en voz más alta el estribillo: No llores, niña, no llores, no; no llores, niña, que aquí estoy yo. Chirrió un balcón; se asomó una cabeza. ¡Nolo! ¡Demetria! Da la vuelta á la esquina y arrímate á esa ventana de rejas. El joven hizo como se le mandó. Entró en la estrecha callejuela y se acercó á la ventana.
¡Como la otra! repitió en acento ronco y cada vez más desencajado Montiño. ¿Pero estáis loco, señor Francisco? cubríos, que el aire hiela; embozáos y componéos, y venid conmigo. Montiño se encasquetó la gorra de una manera maquinal, y repitió su extraño estribillo: ¡Como la otra!
El primero debe ser tan antiguo como las seguidillas, y lo mismo La Tirana, baile andaluz en sus orígenes, cuya letra, como la del Polo, sólo tiene cuatro versos sin estribillo.
Hay un viejo militar invalidado la primera vez que entró en campaña; él quizá tenía una visión homérica de la vida, soñaba con el laurel del héroe, con el botín y la aventura, y todo su ensueño fracasó en el momento inicial por la crueldad de una bala perdida que le negó el triunfo de una bella muerte y le condenó a arrastrar una hórrida y grotesca pata de palo, cuyo seco y monorrítmico golpear es un irónico estribillo a la galana bizarría de su ideal truncado.
Riéronse mucho las damas, entonando el consabido estribillo: ¡Qué cosas tiene! y Carmen Tagle, para desagraviarle, le ofreció un sorbete diciendo: Vamos, hombre... Tómate un Curra Albornoz y te curas... No es más indigesta la ensalada de pepinos que el suelto de El Puente de Alcolea, y ahí la tienes a ella bailando tan fresca.
En la cuestión religiosa, las ideas de doña Lupe se adaptaban al criterio de su difunto esposo, que era el más juicioso de los hombres y sabía dar a Dios lo que es de Dios y al César, etc... Este estribillo lo repetía muy orgullosamente la viuda siempre que saltaba una oportunidad, añadiendo que creía cuanto la Santa Madre Iglesia manda creer; pero que mientras menos trato tuviera con curas, mejor.
Se trataba del relato lúgubre de las hazañas de la Aretusa, navío de 74 cañones, cantado en tono menor, cuya melodía terminaba con un estribillo prolongado al fin de cada estrofa. Era de ver a Jack meciendo en sus brazos a La Suerte con el movimiento de un buque y entonando esta canción de sus tiempos de fidelidad.
Palabra del Dia
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