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Actualizado: 15 de junio de 2025


Hombres y mujeres parecían haber retrocedido a la infancia en esta vida de aislamiento y monotonía azul. A los postres, las damas saltaron nerviosamente en sus sillas, ahogando un grito de susto; muchos hombres se estremecieron, con la nerviosidad que despierta un estrépito inesperado.

Sobre toda esta vegetación que agotaría la paleta fantástica en combinaciones y riqueza de colorido, revoloteaban enjambres de mariposas doradas, esmaltados picaflores, millones de loros color de esmeralda, urracas azules y tucanes anaranjados. El estrépito de esas aves vocingleras os aturde todo el día, cual si fuera el ruido de una canora catarata.

Al hacerlo, se aflojó un enorme pedazo de roca y cayó al río con gran estrépito. Observé todo con mucho cuidado, pero no pude ver nada, absolutamente nada, que estuviera en conformidad con lo que el antiguo bandido Poldo Pensi había dejado registrado.

Ya no se hablaba de Obdulia, ni de su prima la de Madrid, su modelo; se hablaba del tiempo; y Glocester no se movía. Se habían ido despidiendo todos los señores canónigos; quedaban los tres y el Palomo, que abría y cerraba cajones con estrépito y murmuraba; maldiciones sin duda.

Cuando llegó a las primeras casas del arrabal de la Gusanera había cerrado ya la noche. Al pasar por delante de una de las más pobres y sucias llamó su atención el estrépito de golpes y gritos que de adentro partía. Detuvo el paso asustado y procuró averiguar qué era aquello. Por las pequeñas ventanas iluminadas no se veía más que agitarse violentamente algunas sombras.

Las nueve serían de la siguiente, cuando entró en el establecimiento de la Plaza de Antón Martín, que lleno de gente estaba, con una atmósfera espesa y sofocante que se podía mascar, y un ensordecedor ruido de colmena; bulla y ambiente que soportan sin molestia los madrileños, como los herreros el calor y el estrépito de una fragua.

Los que empezaban á volver la cabeza atraídos por el estrépito de la puerta no continuaron su movimiento; los que estaban enfrente permanecieron con los ojos fijos en el que entraba: unos ojos agrandados por la sorpresa, como si no pudiesen creer lo que veían. El gramófono calló repentinamente.

Y ya se disponían todos a emprender la marcha, cuando se abrió con estrépito el balcón de una de las casas, apareció un hombre en calzoncillos, y se oyeron estas palabras, que resonaron profundamente en el silencio de la noche: ¡El ladrón acaba de entrar en el café de la Marina! El que las pronunciaba era don Feliciano Gómez.

Mientras Baltasar se divierte con sus compañeros y compañeras, al son de agradable música, la Muerte se confunde con sus servidores, é intenta de nuevo atraerlo al buen camino; pero su voz no se oye en el estrépito de la fiesta. El plazo concedido termina ya; la Muerte presenta una copa á Baltasar.

En aquel pasajero letargo, seguí oyendo el estrépito de los cañones de la segunda y tercera batería, y después una voz que decía con furia: «¡Abordaje!... ¡las picas!... ¡las hachasDespués la confusión fue tan grande, que no pude distinguir lo que pertenecía a las voces humanas en tal descomunal concierto.

Palabra del Dia

rigoleto

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