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Actualizado: 7 de junio de 2025
Aprende a sentarte bien en la silla; para que no parezcas colegial o sacristán que va diciendo: «¡Para la misa de doce!».... Pon cuidado; te sientas a plomo, naturalmente, sin echarte ni para atrás ni para adelante; nada de estirar las piernas como un gringo, sueltas, sueltas.... Ya veremos. Si lo haces mal me voy a reír de tí, y te harán burla las muchachas.
Nos la han fanatizado, ¿qué le hemos de hacer? pero ya abrirá los ojos; el exceso del mal traerá el remedio.... Ese hombre ha querido estirar demasiado la cuerda; claro que esto es un gran triunfo para él... pero Ana tendrá que ver al cabo que ha sido instrumento del orgullo de ese hombre. ¡Eso, instrumento, vil instrumento!
Será, sobre poco más ó menos, dentro de catorce mil y seiscientos años. Me parece que en período tan amplio bien puedo yo estirar y extender con holgura mis esperanzas hasta su completísimo logro en la anarquía de que he hablado.
Al meterse en la cama y estirar los huesos, exhalaba un ¡ah! que no se sabía si era de dolor o de gusto. Fortunata, fingiendo dormir, se volvió para el otro lado y a media noche dormía de veras. A la madrugada abrió los ojos. La alcoba estaba en completa oscuridad.
Bismarck, oculto, vio con espanto que el canónigo sacaba de un bolsillo interior de la sotana un tubo que a él le pareció de oro. Vio que el tubo se dejaba estirar como si fuera de goma y se convertía en dos, y luego en tres, todos seguidos, pegados. Indudablemente aquello era un cañón chico, suficiente para acabar con un delantero tan insignificante como él.
Basta de broma... basta de carnaval.... No quiero más fiestas.... Estoy cansada.... Ayer me hizo daño el baile... no quiero más... no quiero más.... ¿No te obedecí ayer...? Basta por Dios, basta. Bueno, hija, bueno... no insisto. Y calló don Víctor, perdiendo parte de su alegría. No se atrevió a hacer uso de aquella energía que Dios le había dado. «No había para qué estirar demasiado la cuerda».
No sólo era la iglesia quien podía desperezarse y estirar las piernas en el recinto de Vetusta la de arriba, también los herederos de pergaminos y casas solariegas, habían tomado para sí anchas cuadras y jardines y huertas que podían pasar por bosques, con relación al área del pueblo, y que en efecto se llamaban, algo hiperbólicamente, parques, cuando eran tan extensos como el de los Ozores y el de los Vegallana.
Ese juego se ha divulgado mucho realmente dijo Lorenzo. ¡Y entre qué gente! Casi no hay casa donde no se jueguen partiditas familiares, ché... a cinco pesos la caja, no más; ¡pero... con cada «metejón»!... ¿Qué ciudad es esta a que vamos llegando? ¿Esto?... esto... es Mercedes repuso Melchor, aquí podremos bajar un momento para estirar las piernas. Y en serio, Melchor, ¿habrías ido en la máquina?
Claro está que, a pesar de todo, si el imitador vale algo, por cima de esas novedades y de esas tonterías, surgirá y descollará su propio talento. ¿Pero no sería mejor que no se entusiasmase tanto por lo moderno, que no se pasmase tanto de los primores franceses y rusos, a fin de no tener que ponerse en zancos, que empinarse y que estirar violentamente su ingenio para salir por cima de esas tonterías y de esas novedades, mostrándose tal como es?
El clima de España no es de tal índole que el español deba abrir la boca y estirar los brazos, como los que moran en la orilla del Ganges; que deba dormirse como el natural de los valles de Cachemira; que deba evaporar su vida entre ópios, mujeres y aromas, como los árabes del Yemen.
Palabra del Dia
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