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Actualizado: 13 de julio de 2025
Esteban encontraba intolerable que este señor, que no era mas que un pariente lejano de su abuela, se mezclase en los asuntos de la casa, pretendiendo dirigirle á él como un padre. Pero aún le irritaba más verlo de buen humor y con pretensiones de gracioso. Le daba rabia que llamase á su madre Penépole y á él joven Telémaco... «¡Tío latero y pesado!»
Capítulo IX. Los Obispos de Teruel. Pocos años después de la fundación de Teruel, su primitiva Iglesia de Santa María fue parroquial, como luego lo fueron las de San Salvador, S. Miguel, San Juan, San Pedro, San Andrés, Santiago, San Martín y San Esteban, la cual fue unida a la de S. Pedro en 1292: la misma de Santa María se hizo Colegiata en 1423, con autoridad de Don Alonso, Obispo de Zaragoza; dándole constituciones en 1425.
De esta suerte refiere Esteban de Garibay la vida i hechos de Pablo de Santa María. «Fué mui notable prelado el escelente doctor don Pablo, obispo de Cartagena, que siendo judío no solo de nacion de sus progenitores, mas tambien de profesion, recibió la agua del santo bautismo, dejando el judaismo.
Fué un grande hombre murmuraba don Esteban . Hay que reconocer que fué un grande hombre... Lo decía tímidamente, sintiendo que sus entusiasmos por aquella época remota le obligasen á hacer esta concesión á un enemigo de la Iglesia.
¡Muy bien! decía Labarta . ¿Capitán de qué?... ¿De artillería?... ¿De Estado Mayor? Una pausa. No; capitán de buque. Don Esteban miraba el techo, alzando las manos. Bien sabía él quién era el culpable de esta disparatada idea, quién metía tales absurdos en la cabeza de su hijo.
7 Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba mucho en Jerusalén; también mucha compañía de los sacerdotes obedecía a la fe. 8 Pero Esteban, lleno de fe y de potencia, hacía prodigios y milagros grandes en el pueblo.
Don Esteban, que se creía obligado á ser anticuario en su calidad de individuo de varias sociedades regionales, iba llenando su casa con los restos del pasado adquiridos en los pueblos ó que le ofrecían espontáneamente sus clientes. No encontraba ya para los cuadros paredes libres, ni espacio en sus salones para los muebles.
Es la mejor hora: Esteban está en el coro y tú tendrás tiempo para arreglar esto... Tres días he pasado allá. ¡Ay, Gabriel, hijo mío! ¡Qué cosas he visto! ¡En qué lugar estaba esa pobre chica! ¡Qué infiernos hay para las pobres mujeres! ¡Y aún dicen que somos cristianos! ¡Un demonio es lo que somos...! Gracias que yo tengo mis conocimientos en la corte: gentes de campanillas que han estado en la catedral y se acuerdan de la jardinera.
Pero ¿adónde fue? ¿No la buscaron? Tu hermano se puso perdido. ¡Pobre Esteban! Algunas noches lo sorprendimos en ropas menores en el claustro alto, tieso como un poste, mirando al cielo fijamente con unos ojos que parecían de vidrio. No había que hablarle de buscar a la chica: se enfurecía.
Siempre el mismo sofá de cuadros amarillos, los dos sillones de paja, la Venus de Milo, y la Venus de Arlés en la chimenea, el retrato del poeta por Hébert, su fotografía por Esteban Carjat, y en un rincón, cerca de la ventana, el escritorio, una humilde mesita de oficial del registro, completamente atestada de librotes viejos y de diccionarios.
Palabra del Dia
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