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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Hízolo el menguado, quedándose tan encogido y tan temeroso como cuando estaba de pie, y continuó mirándola de la misma manera absorta, codiciosa y espantada.

Ana miró espantada al Provisor.... Parecía que no comprendía sus palabras.... , señora, les pesa de nuestra amistad, y quieren separarnos, y así podrán conseguirlo... echan lodo en medio... y se acabó... Era la primera vez que el Magistral hablaba así.

Declararse extenuada, era abrirme su corazón a dos manos y mostrarme el mal que en él había hecho yo. No lanzó ni un gemido de angustia. Se desplomó desfallecida. Un día le dije: Me ha curado usted, Magdalena; ya no la amo. Ella se quedó parada, se puso horriblemente pálida y vaciló como espantada por una maldad que la penetraba hasta el fondo del alma.

Con los ojos dilatados por el espanto contempló Roger aquella conmovedora escena; el obeso personaje ricamente vestido, el grupo de ballesteros que miraban indiferentes, teniendo asidas las riendas de sus caballos; la viejecilla, tan espantada como él, que esperaba el final del sangriento drama sentada á un lado del camino y por último el malhechor de pie, atados los brazos y pálido como un muerto.

Fuese llegando la visión, y, cuando llegó a la mitad del aposento, alzó los ojos y vio la priesa con que se estaba haciendo cruces don Quijote; y si él quedó medroso en ver tal figura, ella quedó espantada en ver la suya, porque, así como le vio tan alto y tan amarillo, con la colcha y con las vendas, que le desfiguraban, dio una gran voz, diciendo: ¡Jesús! ¿Qué es lo que veo?

Antes acudir a la limosna. ¿A quién, a quién, ¡Dios de mi vida!, si ya estaban explotadas todas las amistades? Alguien se presentó en casa de Isidora a ofrecerle cuanto necesitase para vencer dificultades tan angustiosas. Pero las condiciones de estos anticipos eran tales, que la joven los rechazó, espantada.

Dicen que tengo que salvar... ¡Ay, qué gusto! Y mi hija está mejor en la tierra con la señorita que conmigo en el Cielo... Y nada más». Adoración rompió a llorar entre afligida y espantada. Total, que tuvieron que llevársela, porque aquel espectáculo no podía prolongarse.

Yo la respondí..., no lo recuerdo exactamente, porque estaba oyendo desde allí el ruido de tus ligerezas imperdonables, y temía que Luz le oyera también... ¿Es cierto que le has oído? ¿Pues de qué le conocería, si no? ¡Qué temeridades, Dios mío! ¿Por qué hará una estas cosas! exclamó entonces la dama sinceramente espantada de su propia labor.

Esta mañana he entrado triunfalmente en el comedor con un gran librote debajo del brazo. La abuela retrocedió espantada. ¡Dios mío, Magdalena! ¿te vas a examinar? No, abuela querida, estoy haciendo un examen. ¿A quién? ¿De qué? exclamó sorprendida. De la cuestión de las solteronas... Cuestión tonta y detestable idea respondió la abuela enfurruñada.

Es necesario haber presenciado esas tormentas de las regiones tropicales, para tener una verdadera idea de la violencia con que sopla el viento, y de los torrentos de agua que se desprenden sobre la naturaleza espantada.

Palabra del Dia

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