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Actualizado: 1 de junio de 2025


Al pasar por delante de la puerta del cuarto del cocinero mayor, se detuvo; había oído la voz de Francisco Martínez Montiño, que decía: Aseguradle bien, que pesa mucho, hijos, y tapadle de modo que no se conozca que es un cofre; vosotros dos no os separéis de ; las manos en las espadas, y que se conozca, si llega el caso, que sois un par de buenos mozos de la guardia española.

Y las heroicas muchachas de la Guardia, no queriendo presentar sus interesantes dorsos al enemigo, fueron retrocediendo hasta el fondo del salón, haciendo molinetes con sus espadas para defenderse del bombardeo. Que trata del discurso pronunciado por el senador Gurdilo y de cómo el Hombre-Montaña cambió de traje

En el suelo, sobre viejas lonas, esparcíanse los más heterogéneos objetos: espadas con fundas de terciopelo que habían servido en los teatros, machetes cubanos, sables corvos de la Milicia Nacional, loza desportillada, saleros rotos, vasos de porcelana remendados con groseras lañas, viejas litografías de vidrios empolvados representando las desdichas de Atala o las hazañas de Hernán Cortés, lienzos embetunados, en cuya negrura distinguíase una pincelada roja que era una pierna, una mancha amarilla que era una calva.

Dígaseme ahora con sinceridad si aquellos dos dedos de Frasquita no eran más fieros y traidoramente destructores que todos los rejones, banderillas, garrochas y espadas que contra los toros se esgrimen.

Cancha-Rayada viera con denuedo A los héroes de Mayo caer vencidos, Pero sin dar cabida al torpe miedo Alzaron sus pendones abatidos, Al cielo sus espadas elevaron Y en sus hombros la patria sustentaron.

A Miguel Diaz 14 ducados por una danza de espadas. A Juan Jiménez, zapatero, 20 ducados por la danza de los gitanos. A Cristóbal de la Cruz 20 ducados por la danza de los galanes. A Melchor de San Miguel 200 rs. por la danza de los salvajes. A Luis Diaz, Dorador, 35 ducados por el carro de La Viña del Señor. A Diego de Santiago 20 ducados por una danza de moriscos.

Allí, la voz de bronce de la disciplina tuvo que sonar más de una vez para impedir que el rápido cruzar de palabras irónicas en el salón se convirtiese, en la calle, en el centellear de las espadas.

Imaginan tambien que las deidades de los españoles hicieron otro tanto con ellos, pero que en vez de proveerlos de lanzas, arcos, &a., les dieron escopetas y espadas, y suponen que las bestias, aves y animales menores fueron criados; que los mas ligeros salieron inmediatamente de sus cuevas; pero que los toros y vacas, siendo los últimos, espantaron de tal modo los indios, por razon de sus astas, que inmediatamente taparon las bocas de las cuevas con piedras grandes, á lo cual atribuyen la falta de ganado vacuno en aquel país, hasta que los españoles lo llevaron allí, quienes con mas cordura los dejaron salir de sus cuevas.

Verdad es que el afán, que empezaba a comerle, de echar su cuarto a espadas, le hacía ver las cosas más a su alcance de lo que en rigor estaban. Desde luego era para él evidente, y en esto no se equivocaba, que la redacción del Diario de Sesiones se encargaba de convertir en un discurso perfecto la más completa sarta de desatinos.

45 Por tanto, hombres justos las juzgarán por la ley de las adúlteras, y por la ley de las que derraman sangre; porque son adúlteras, y hay sangre en sus manos. 47 y la compañía las apedrearán con piedras, y las acuchillarán con sus espadas; matarán a sus hijos y a sus hijas, y sus casas consumirán con fuego.

Palabra del Dia

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