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Actualizado: 16 de septiembre de 2025
Tanto que a los pocos días le llevó sigilosamente hacia un rincón y le dijo con misterio que si se lo permitía iba a dar «otro tiento» a Sánchez: desconfiaba bastante del éxito, pero iba a hacer un esfuerzo supremo... «Ya veríamos.» En el pecho del joven escultor renacieron súbito las esperanzas.
Durante largo rato intentaron luchar contra la terrible presión; los asustados espectadores que estaban en las orillas creyeron durante un momento que conseguirían dominar la corriente; pero no; la piragua, vencida en su esfuerzo, cede y cede sin cesar; la arrastra la corriente; se acerca á la terrible curva, se ha perdido toda esperanza.
Díselo de mi parte... yo no me atrevo. Cecilia entonces se acercó al oído de su madre y murmuró con voz apagada, llena de vergüenza: Gonzalo se alegraría de que le tratases de tú. ¿Qué dices, niña? preguntó doña Paula, poniendo la mano en la oreja. Cecilia levantó un poquito la voz, haciendo un terrible esfuerzo. Dice Gonzalo que por qué no le tratas de tú como papá.
Maltrana, que en otros tiempos había hecho frente a la miseria, con la alegre inconsciencia del pájaro errante, se desesperaba y sentía pasar por su cerebro los más lúgubres pensamientos al ver a Feli, resignada y silenciosa, trabajando con sobrehumano esfuerzo, mientras la cocina estaba fría y no se encontraba en los rincones el más pequeño mendrugo.
Los dos habían visto entrar a Germana y habían adivinado sin esfuerzo el mal que la mataba. El pintor profesaba una filosofía alegre, como todo el que digiere bien. Yo, señor decía a su vecino , si nunca llegase a padecer del pecho, lo que no es probable, no me apartaría en absoluto de mi régimen de vida. En todas partes se cura y en todas partes se muere.
En tan lamentable estado, aún se quiso hacer un esfuerzo para seguir al Príncipe de Asturias, que había izado la señal de retirada; pero el Nepomuceno, herido de muerte, no pudo gobernar en dirección alguna.
Torrebianca había querido escribir, desistiendo al fin de tal esfuerzo. Se imaginó ver á su amigo, en las altas horas de la noche, arrojando la pluma que él acababa de descubrir caída en el suelo y diciendo con la indiferencia del que se considera ya por encima de las preocupaciones terrenales: «¡Para qué!...» Permaneció absorto, con estos papeles en una mano.
Iban los encamisados murmurando entre sí, con una voz baja y compasiva. Esta estraña visión, a tales horas y en tal despoblado, bien bastaba para poner miedo en el corazón de Sancho, y aun en el de su amo; y así fuera en cuanto a don Quijote, que ya Sancho había dado al través con todo su esfuerzo.
Formaba un mundo aparte dentro del mundo. Podía aislarse del resto del planeta, sin que su vida sufriese. En cambio, el mundo experimentaría una sensación de vacío si la gran República le volvía la espalda. Sus ciudadanos en armas iban á retirarse sin jactancia y sin ruido, lo mismo que habían llegado, y sin que ella pidiese nada por su esfuerzo.
Las leyes históricas que presiden la formación de las sociedades, se han desenvuelto en todo su rigor en nuestras vastas comarcas. El esfuerzo del grupo intelectual se ha estrellado estérilmente durante largos años contra la masa bárbara, representando el número y la fuerza.
Palabra del Dia
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