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Actualizado: 2 de junio de 2025
Vestía de princesa extranjera del tiempo de Carlos III, de lama plata con recamos de oro, y manto de terciopelo azul. Un escote cuadrado dejaba ver con harta claridad lo que Pepa debía de considerar mas interesante en su persona, a juzgar por la predilección con que lo mostraba.
Dejemoslos hacer, que yo bien fio, Que presto pagarán cierto el escote, Que es gente aparejada á desvario, Y andan, como vemos, muy de trote: Y tratemos ahora del gran brio Del capitan Francisco, crudo azote, Que viniendo siguiendo su camino, Del estrecho ha tomado el Argentino.
Ella había tenido cuidado de refrescarlo y de modificarlo, dejándola a la moda del día. Con tela que tenía de sobra el corte, y que ella había guardado, se había hecho un nuevo corpiño de medio escote, a propósito para recepciones y tertulias. Se puso este vestido, se miró al espejo y quedó muy satisfecha encontrándose bien.
Una ligera tos le hizo volver la cabeza, y vio junto a él, apoyada en la baranda, a Mrs. Power, su vecina del comedor. Un tul verde cubría la desnudez de su escote. Llevábase a la boca el cabo dorado de un cigarrillo, y un surtidor de humo partía de sus labios, tomando reflejos de iris bajo el resplandor eléctrico antes de perderse en la obscuridad.
Una real moza: tal vez la más elegante de todas. No parece la misma que vemos arriba puesta siempre de gran sombrero y gabán largo... ¡Qué escote! ¡Y qué hermosa torre de pelo, entre rubio y ceniciento!... Le advierto camarada, que ella también le ha mirado muchas veces, así como la que no quiere mirar, con el rabillo del ojo... Usted le interesa, amigo Ojeda, me consta.
Y luego, al salir a escena, ¡cómo caerían sobre su cuerpo las miradas! ¡Qué vergüenza!... En cambio, no se reirían de ella, cual les acontecía a algunas de sus compañeras que tenían los brazos flacos, las piernas torcidas, las caderas desconcertadas y el escote huesoso.
Estaba vestida con gran elegancia y sobre la carne pálida de su escote centelleaban varios brillantes. Parece preocupada había dicho Isidro al principio de la comida . Está sin duda de mal humor. No le mira a usted, Ojeda, como otras veces. ¿Es que ya no son amigos?... Transcurrió la comida sin que Fernando consiguiese encontrar sus ojos con los de la norteamericana.
Ella estaría allí en un palco, rodeada de luz, con su tía y sus amigas, tal vez bajo las hambrientas miradas de codicia varonil fijas en las tersas blancuras de su escote. ¡Y él, lejos!, ¡cada vez más lejos!... Al bajar del automóvil encontró desiertos los alrededores de la estación.
Buscaron luego un cristiano Para pagar este escote, Y hallaronlo sacerdote, Y de nacion Valenciano. Pidieron este á gran priesa Para executar su hecho, Porque vieron que en el pecho Traia la cruz de Montesa. La qual señal de victoria Que le cupo en buena suerte, Si en el suelo le dió muerte, En el cielo le dió gloria.
Eran parejas que abandonaban el baile por un momento para respirar en la cubierta. Los jóvenes se abanicaban con un papel la faz congestionada, despegándose de la carne el cuello de la camisa, reblandecido por el sudor. Ellas respiraban con ansiedad, llevándose las manos al escote, pero inmediatamente huían de esta frescura para correr al horno del salón, atraídas por un nuevo vals.
Palabra del Dia
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