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Actualizado: 3 de julio de 2025


Este año era el último de su carrera y dentro de dos meses será médico, se retirará á su pueblo, se casará con Juliana para vivir felices. El éxito de su licenciatura no solo era seguro, sino que lo esperaba brillante como la corona de su vida escolar.

La señora de Ponce estaba aún tranquila y confiada, y cuando Príncipe hizo correr su sillón desde la ventana hasta el fuego, le explicó que como el año escolar terminaba, probablemente retenían a Carolina sus lecciones, y que no podía dejar el colegio más que por la noche, una vez terminadas aquéllas.

Confieso que en aquellos momentos me faltó el valor. ¿Qué haría el inexperto escolar, apenas salido del colegio, convertido en jefe de familia? Respondía de su diligencia, de su abnegación; pero no fiaba en sus aptitudes. Le alentaba saber que en Villaverde todos le conocían; que allí, de tiempo atrás, todos los suyos merecieron consideraciones de los más conspicuos villaverdinos.

Clementina guardó silencio, absorta sin duda en sus pensamientos. Colocada frente al espejo se dejó despojar del abrigo, contemplándose al propio tiempo con esa curiosidad eterna que las mujeres hermosas sienten por mismas. ¿Has estado en casa de Escolar? preguntó al cabo distraídamente. , señora. ¿Qué ha dicho?

-No yo cómo se llama -replicó Pedro-, mas que todo esto sabía, y aún más. «Finalmente, no pasaron muchos meses, después que vino de Salamanca, cuando un día remaneció vestido de pastor, con su cayado y pellico, habiéndose quitado los hábitos largos que como escolar traía; y juntamente se vistió con él de pastor otro su grande amigo, llamado Ambrosio, que había sido su compañero en los estudios.

Y este matrimonio de estudianta apenas emancipada de la vida escolar daba motivo para que todas las otras soñasen despiertas, á la hora del , describiendo cada una de ellas la posición social y el aspecto físico del futuro esposo que aún se mantenía oculto en el misterio del porvenir. Yo quiero casarme con un millonario que me pague los mayores lujos.

Cruzábanse por todas partes enhorabuenas y adioses, encargos y recomendaciones; y padres, madres, niños y criados, revueltos en confuso tropel, invadían todas las dependencias del colegio, rebosando esa satisfacción purísima del premio justamente alcanzado, del trabajo concluido, de la esperanza cierta de descanso; esa ruidosa alegría que despierta en el escolar de todas las edades la mágica palabra: ¡Vacaciones!

Sentí disminuirse mis fuerzas al hacerme retroceder unos pocos pasos más, dándonos el abrazo de muerte. En las tinieblas sentime asido por uno de mis compañeros y salvado, pero en ese mismo momento había recurrido a una vieja treta escolar, y girando súbitamente, de modo que mi adversario viniera a quedar en mi lugar, lo empujé hacia atrás, soltándome, al mismo tiempo, de sus garras.

Como borra la esponja del escolar el problema escrito con tiza en la pizarra, para entregarse al juego, así se borró todo en para no ver más que lo siguiente: «Sr. D. Luis de Santorcaz: Voy a decirle lo ocurrido. Todo está resuelto, y por ahora le dan a usted con la puerta en los hocicos. La Sra. Marquesa de Leiva, al recoger a la señorita Inés, pensó en el modo de legitimarla.

Calla de pronto el coro escolar, y por las ventanas abiertas llega hasta nosotros la voz de un niño, el más aplicado tal vez, que recita una fábula: La cigarra y la hormiga. Como el griterío de una muchedumbre alborotada que contesta á ultrajantes alusiones, suena el chín-chín de numerosas cigarras moviendo sus cimbalillos entre las cortinas del follaje.

Palabra del Dia

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