United States or Austria ? Vote for the TOP Country of the Week !


En ella un encantador evoca primero á dos demonios del infierno, sin pararse mucho en sus conjuros, que son groseros bastante, y en cambio oye palabras poco cultas y no pocas injurias; sin embargo, al fin los fuerza á obedecerlo, y á evocar las almas de los más célebres personajes de la antigüedad, como las de Aquiles, Escipión, Pentesilea y otros, que felicitan de lo lindo al rey por su heroismo y celo religioso.

Pero vamos, señora, ¿qué queréis de ? No puedo más. Aunque soy un antiguo romano, vais a hacerme perder el juicio. ¡Cesad de llorar, os lo ruego! CLEOPATRA. Entonces, ¿nos dejáis partir? ESCIPIÓN. ¡Desde luego! Estáis libres. Id en busca de vuestros maridos. ¿Verdad, señores romanos? ¿Pueden partir? EL GRUESO ROMANO. ¡Naturalmente! Que se vayan; raptaremos a las mujeres de los etruscos.

ESCIPIÓN. ¡Qué mujeres, Dios mío! Toda paciencia es poca para soportarlas. ESCIPIÓN. ¿Cómo? CLEOPATRA. ¿Palabra de honor de que nos dejáis irnos? ESCIPIÓN. ¡Ya lo habéis oído! CLEOPATRA. ; mas podría ser que no lo dijerais en serio. ESCIPIÓN. Completamente en serio. CLEOPATRA. Y si nos decidimos a irnos, ¿nos cogeréis de nuevo?

No puedo menos de reconocer que manifestáis un gran respeto por nuestros sufrimientos; pero sois todavía muy joven, y hay cosas que no se os alcanzan. Así, pues, voy a deciros algo que aniquilará por completo vuestra argumentación, y que hasta os hará, de fijo, poneros colorado. ¿Qué se hará de los niños, señor? ESCIPIÓN. ¿Qué niños? CLEOPATRA. Pues los que nos hemos dejado en casa.

ESCIPIÓN. ¡De ningún modo! ¡Qué pesadez, Dios mío! ¡Marchaos y no temáis nada! CLEOPATRA. Muy bien; ¿pero nos llevaréis en brazos? ESCIPIÓN. ¿Cómo? CLEOPATRA. ¿No comprendéis? Pues es muy sencillo: ya que nos habéis traído aquí, debéis ahora llevarnos junto a nuestros maridos. La distancia es muy larga, y no podemos ir a pie.

ESCIPIÓN. Permitid, amigo mío. No tenemos, en modo alguno, la intención de justificarnos. Nos apresuramos a deciros que tenéis razón que os sobra. MARCIO. ¿Cómo? ¿Para qué hemos venido entonces? ESCIPIÓN. ¡Qué yo! Acaso hayáis venido por gusto de dar un buen paseo. MARCIO. ¡No, no! ¡Hemos venido con el propósito de demostraros!... ¡Es muy extraño todo esto! ¿Confesáis, pues, que sois raptores?

Empero muchos y muchos pierden el tiempo miserablemente, jugando como los niños á conchas, á morrillos. Cuéntase que Escipión, el vencedor de Cartago, y Terencio, cautivo escapado del naufragio de un mundo, recogían conchas en la playa, amigos excelentes en la indiferencia y abandono del pasado.

Bueno, escuchad lo que voy a deciros: sois un canalla, un necio, un ladrón, un bandido, un asesino, un monstruo. ¡Lo que habéis hecho es indigno, innoble, abominable, repugnante, escandaloso, indecente, inaudito! ESCIPIÓN. ¡Señora! CLEOPATRA. ; me sois antipático hasta más no poder, me inspiráis un disgusto profundo, una repulsión sin límites. Oléis atrozmente a soldado.

NUMEROSAS VOCES. ¡Estamos de acuerdo! ¡Completamente de acuerdo! MARCIO. ¿De veras? Entonces no lo entiendo. ESCIPIÓN. Y, sin embargo, es muy sencillo. MARCIO. Aquí hay algún error. Pero, en fin, ya que insistís... ¡Señores sabinos, congratulaos! Los culpables confiesan sus crímenes. Sin más que ver nuestros preparativos para la batalla de derecho, experimentan remordimientos de conciencia.

Espero que los representantes de uno y otro campo estarán bajo la protección de la bandera blanca, en completa seguridad se tienta las narices , y podrán llegar a un modus vivendi, para expresarme en buen latín. Y entonces... Por unanimidad se designa como parlamentario a Escipión. Este, con la bandera blanca en la mano, se adelanta con lentitud hacia las mujeres.